FECHA: Mayo 2000
KM: 3.350
VEHÍCULO:  BMW 1100 RT

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CRONICA PUBLICADA EN LA REVISTA SOLOMOTO 30

Desde que acaba la bajada del Galibier hasta que se llega a Grenoble, la carretera es de las que no se olvidan facilmente, discurre a lo largo de un espectacular valle, un precioso paisaje alpino y curvas de todos los estilos se suceden kilómetro tras kilómetro, lástima de algunas obras de reparación del asfalto. Llegamos a uno de esos semáforos de paso alternativo y nos colocamos en primera línea junto a una espectacular italiana, nos saludamos y nos miramos mutuamente. En los minutos de espera no pude evitar el desear algo de aquella provocadora italiana, aunque sé, casi con seguridad, que fué un pensamiento recíproco. La luz se puso verde y salimos tras ella, durante algunas curvas (pocas, la verdad), pudimos seguir su llamativa parte trasera, pero como era lógico al final la perdimos de vista, bueno ¿y que?, las Ducati tienen un chasis y un motor de carreras, muy bien, pero ¿y cuando hay que hacer un viaje de miles de kilómetros?. Recuerdo los gestos que hacia su británico conductor, unos de envidia hacia mis maletas y otros de dolor hacia sus riñones, sin duda doloridos por la abultada mochila que tenía que llevar a su espalda, !si hasta el reloj de muñeca lo llevaba atado con cinta aislante en la tija superior!, éso no son motos para viajar con equipaje, son motos para disfrutar en circuitos, carreteras cercanas a tu casa y en último caso en viajes en los que te lleven los “bártulos” en un coche. Bueno os estoy contando lo que pensaba junto a aquella Ducati 996, y aún no me he presentado. Soy una BMW  R 1100 RT y mis dueños son Jaime y Conchi de Alba de Tormes (Salamanca), yo no leo revistas de motos, pero se por ellos, que suelen venir viajes en moto, incluso ellos han publicado algunos de los suyos, pero esta vez Jaime me propuso que le contara lo que me había parecido nuestro viaje de este año por los Alpes y que él se encargaría de redactarlo. La idea me pareció divertida, aunque no me fio mucho de que no escriba algo que yo no le haya contado, o de que sea capaz de trasmitiros algunas de mis sensaciones durante el mismo, pero es que como sabéis, las motos no sabemos manejar un teclado.

     Enseguida supe que a mis dueños les gustaban los viajes, y que cuantos más kilómetros, mejor. Me lo contó mi antecesora  (una K-75 S) durante los minutos que coincidimos en el concesionario cuando Jaime fué a recogerme, “con éstos vas a visitar un montón de países, yo les he llevado a más de 20” me dijo con un cierto aire de desafio la K-75. Así que cuando el año pasado salimos de viaje y “solamente” fuimos hasta Italia me sentí un poco desilusionada, luego ya me  enteré que ahora les atrae el conocer regiones con más detenimiento, ya no es el visitar lugares lo más lejanos posibles, por éso estuvimos varios días por la Toscana italiana y luego por la Provenza francesa. Para este año planearon subir por el centro de Francia, luego seguir hacia  Ginebra (Suiza) y descender por los Alpes hasta la Provenza.

            En cuanto sentí que Jaime me revisaba un poco más de lo normal y que aparte de las maletas y el “top case” me colocaba la bolsa sobredepósito me dije: “ya está, mañana cruzamos alguna frontera”. Así emprendimos este viaje un domingo de mediados de Junio por la mañana. Poco antes de entrar en Francia ya se veía que nos íbamos a mojar, bueno mojarme yo, por que ellos con sus Goretex´s, mi carenado y mi pantalla eléctrica (yo creo que a Jaime es una de las cosas que mas le gustan de mí), no se mojan nada o casi nada, pero con todo ésto  todavía les oído decir alguna vez “bueno, sí, en los hombros te da el agua”, ¿qué querrán?, ¿no mojarse nada viajando en moto?, que se monten en el “cabezón” de mi primo, el C-1 o como se llame el scooter ése con techo que han sacado los de BMW.

             Nada más cruzar la frontera empezó a llover, tomamos la autopista en dirección a Pau y después de unos cuantos kilómetros paramos a comer en un área de servicio, recuerdo que el año pasado en la primera que paramos en Francia quedé impresionada de como son, grandes aparcamientos, tiendas que parecen hipermercados, muchos surtidores para no tener que hacer cola, areas de descanso con juegos para los niños … vamos parecidas a las que yo conocía de España.La gasolina de Francía a mi me sabe igual que la de aquí, pero al bolsillo de Jaime no, a 180 pesetas estaba entonces el litro de Sin Plomo, pero si nos desviábamos fuera de las autopistas me daban de beber por unas 25 ó 30 pesetas menos el litro.

            Paramos en Pau, pero poco pudimos ver pues muchas de sus calles estaban cerradas al tráfico porque se celebraba una carrera de coches por ellas, !si todavía hubiera sido de motos!, Jaime y Conchi dieron una vuelta y volvieron a por mí. Continuamos, y a media tarde estábamos en Tarbes donde nos quedamos a pasar la noche.Tarbes no tenía nada de especial, pero me lo pasé muy bién pues en la plazoleta donde me aparcaron había muchas motos (como en toda Francia) en especial custom´s y ya os podéis imaginar lo entretenido que es cuando nos juntamos unas cuantas, y al ser yo la “extranjera” todas querían preguntarme cosas. Para ser el primer día del viaje había sido algo corto, el año pasado salimos de Alba y dormimos en Avignon, aquello si que fue hacer kilómetros, 1.300, y por que teníamos reservado hotel en esa ciudad, que por mí habíamos tirado por lo menos otros 200 kilómetros.   

            El día siguiente amaneció fresquito pero con un sol radiante, tomamos dirección Toulouse, donde llegamos y dimos una vuelta por sus calles principales. Me aparcaron en una gran  plaza, del Capitolio creo que ponía en un rótulo, con mucha gente sentada en las terrazas que hay  alrededor, mientras Jaime y Conchi se fueron a visitar la ciudad. Me llamó la atención la gran cantidad de edificios con las fachadas de ladrillos, luego me enteré de que por ésto es conocida como la “ciudad rosa”.También se notaba en las calles de Toulouse ese aire inconfundible de las ciudades que son centros universitarios, por todas las calles se veían bares, restaurantes, cafés, bueno también museos, bibliotecas, monumentos, facultades…, que sinó van a pensar los universitarios que lean ésto que tengo un “concepto equivocado” de ellos y de sus actividades. Al regreso de mis dueños les oí comentar que lo más bonito que habían visto era la Iglesia de Saint Sernín, que data del siglo XI y era una importante parada en el camino de Santiago.

             A pesar de que la visita a esta ciudad habría requerido más tiempo, no se que prisa les entraría a Jaime y Conchi que sin parar a comer seguimos camino hacía el norte, así llegamos a otra bonita ciudad, Albi, enclavada en un largo valle llamado de la Amistad. La vista de la ciudad sobre el rio Tarn es muy de postal y fotografía. Albi fue cuna de la rebelión cátara y su historia está profundamente ligada a los albigenses, herejes del siglo XII, que proclamaban la vuelta de la Iglesia a la austeridad y la sencillez, y la ciudad de Toulouse Lautrec, al menos ésto es lo que le oí contar a Conchi mientras leía una de esas guías de viaje que meten siempre en mi “top case”. La verdad es que sí merecía la pena la visita. Si alguna vez estáis por esa zona, no dejeís de acercaros hasta esta ciudad, aunque tener presente que a la vez que vosotros la misma idea habrán tenido un buen número de turistas. Mientras estábamos aquí tuve que prestar una de mis herramientas a un motero francés para apretar unos tornillos de la cúpula de su moto ¡ay estas “japos”, muchos caballos, pero pocas llaves!. El día avanzaba y debíamos buscar un lugar para esa noche. A 25 kilómetros de Albi está  Cordes, es un espectacular pueblo medieval , se encuentra en un alto y rodeado por unas, muy bien conservadas, murallas. Me recordó a un pueblo del año pasado, San Gigminiano, cerca de Florencia. Su calle principal tiene una pendiente que deja casi en loma al “paso de les cabres” del Angliru, en esa calle estaban los hoteles, pero en vez de dejarme a mí abajo y subir ellos a pie a ver en cual se alojaban, me hicieron subir aquella pared, digo calle. Lo peor no fue la subida, ni tampoco la bajada (el hotel escogido fué, como era de esperar, el de más abajo),  sinó el tener que dar la vuelta en la parte de arriba, menos mal que Jaime no es un “patas cortas”, sinó,  damos el numerito ante la atónita mirada  de los transeuntes que seguían nuestra maniobra con espectación. Me pasé toda la noche temiendo irme calle abajo, menos mal que me pusieron la “pata cabra” en lugar del caballete, la rueda delantera contra la pared y la primera velocidad engranada. Si alguna vez subís allí os daréis cuenta de que no eran infundados mis miedos.

             Seguimos por la región del Perigord-Tarn, por unas estupendas carreteras de baja montaña, llenas de curvas, poco tráfico y buen asfalto (¿a que os estoy poniendo los dientes largos?). Pasamos por Cahors, situada en un istmo del río Lot y con un famoso puente fortificado, nos encaminaábamos a Rocamadour, antaño importante santuario del camino de Santiago. Al llegar allí y ver la cantidad de autobuses que había en su aparcamiento supimos que no era un fantasmada eso de que es uno de los 3 lugares más visitados de Francia. En lugares como éste hay que echarle un poco de jeta, (sin pasarse), y así hicimos caso omiso del aparcamiento obligatorio de la entrada, y nos metimos hasta el centro del pueblo, de este modo yo también pude ver algo.

            -”Las casas sobre el río, las iglesias sobre las casas, la roca sobre las iglesias y el castillo sobre la roca”-definió muy bien a este lugar Conchi. (La verdad es que vi que lo estaba leyendo en la guía.)

            Muy bonito Rocamadour, pero regresaron muy cansados de la visita, mientras yo esperaba tan agusto a la sombra que me habián dejado. Por lo que oí, debido a la situación del lugar, la visita hay que hacerla a través de empinados túneles, callejuelas medievales y pasadizos, tambien hay un ascensor para los más comodones. Seguramente alguno de los peregrinos medievales, que entonces hacían la subida de rodillas, de haberlo tenido habría optado por este último medio.

            Tan “entretenidos” íbamos por la autopista con una Paneuro y una CBR, que nos pasamos la salida a Brive-la-Gaillarde donde pensabamos finalizar esa jornada, así que seguimos hasta un pequeño pueblo un poco más adelante. Sólo había un hotel, así no perdimos tiempo eligiendo. La dueña les informó de que también solo había un restaurante, que estaba en la parte alta del pueblo.

            En Francia tiene mucha importancia la comida, por éso, por pequeño que sea el pueblo, no hay quien le quite tener un lujoso restaurante; el que se coma mejor o peor ya es otra cosa (esta opinión ya os imaginais de quien puede ser, pero mía, seguro que no). Y al ir cenar, sorpresa, ¿quién era la dueña del local?, eso es, la mujer del hotel, y al ir a la mañana siguiente a echar gasolina ¿quién estaba con la manguera?… no, la mujer no, era su marido.Seguro que si mis dueños se gastan más dinero en aquel pequeño pueblo, habría ido también a los bolsillos de aquel matrimonio.

            El día era de esos ideales para viajar, sol sin excesivo calor, poco viento…estábamos atravesando la zona del Macizo Central y nos dirigíamos a uno de los más espectaculares paisajes, la zona de los Puy´s o de los volcanes. En una gran llanura se levantan númerosas formaciones volcánicas, con perfectas formas cónicas, el más famoso es el Puy-de-Dôme.Una única carretera sirve para subir y bajar, es de peaje (500 pesetas nosotras) y durante los meses de Julio y Agosto no está permitida la subida a los coches particulares, sólo pueden subir los autocares y…LAS MOTOS. Según contó Jaime, cuando él tenía 10 ó 12 años y veía por la televisión a un tal Luís Ocaña jugándose con otro  deportista llamado Eddy Merck, no se qué carrera ciclista (¿el Tour o algo asi?) en esta misma carretera, él soñaba que algún día subiría por aquí en bicicleta, bueno ha sido sobre mí que yo creo que tan poco está mal ¿no?. La particularidad de esta subida es que no tiene curvas, pues toda ella es una contínua curva hacia la derecha y la pendiente es casi la misma a lo largo de todo su recorrido.Desde arriba la vista es muy espectacular con multitud de volcanes alrededor, parece un paisaje lunar. En la cima hay un centro de estudio de los volcanes, con unas exposiciones explicativas sobre los mismos. Fotografía de rigor junto al letrero del lugar y para abajo.

            El descenso hasta Clermont-Ferrand ideal…para una “RR”, bueno yo también lo hice bastante bien a pesar de mis kilos y le di una buena pasada a uno de esos “GTI” con llamativos alerones que tanto abundan en Francia. En está ciudad se fabricaron los primeros neumáticos de la marca que domina el Mundial de velocidad de 500 c.c, no hace falta decir su nombre ¿verdad?. También es la ciudad de Vercingetórix, el de Astérix y Obélix, que incluso tiene una estatua en una plaza.

            Nos quedaban unos 300 kilómetros hasta Annecy, ya en los Alpes, lugar de destino este día, pero antes había que cruzar Lyon, ciudad que como su nombre indica es un “lío grande” de autopistas, con muchas salidas, enlaces, “by pass”… y demás entretenimientos típicos de las periferias de las grandes ciudades, todo ello aderezado con un intenso tráfico de camiones, coches, autobuses, y también motos. Al salir de Clermont-Ferrand, como hacía mucho calor, paré para que mis viajeros se quitaran los forros de Goretex ¿donde guardarlos?, no hay problema, bien dobladitos y a mi “top case”. Para hacer más “emocionante” la travesía de Lyon se desató una tormenta y bajó bastante la temperatura, ¡ale¡ otra vez a parar, sacar los forros, ponerlos y a seguir rapidito que con tanto parar vamos a llegar  a las tantas, que de los Pirineos para arriba siginifica después de las 8 u 8:30.

            El paisaje había ido cambiando y nos estábamos metiendo entre las grandes montañas de los Alpes, menos mal que gracias a la magnífica autopista hicimos  los 150 kilómetros que hay entre Lyon y Annecy en poco más de una hora.

            ”Eh, ¿pero no es ésto ya Annecy? ¿porqué seguimos?”- me quedé con ganas de preguntar al ver que dejábamos atrás la ciudad. Continuamos unos 20 kilómetros, y al final fuimos a dar a un pequeño pueblo entre montañas, se llamaba Thônes, muy, muy bonito, con sus casas alpinas, sus tejados inclinados, y me llevé una buena alegría al saber que al día siguiente haríamos una excursión por las carreteras de la zona hasta Ginebra (¿éso ya está en Suiza, no?) sin tener que cargar con todo el equipaje ya que regresaríamos a Thônes ¡por fin  iba a dormir dos noches seguidas a la puerta del mismo hotel!.        

  Las carreteras y los paisajes alpinos son para no olvidar, Jaime y Conchi comentaban que junto con los fiordos noruegos y el Sahara, era lo más “bestial”, hablando de naturaleza, que habían visto. Subimos y bajamos un montón de puertos, algunos famosos  (Coll de Aravis y La Colombière), también de la carrera ciclista esa de la que os hablé en el Puy-de-Dóme.Todo muy espectacular y muy bonito, pero cuando llegamos a Ginebra fue cuando quedé alucinada ¡que cantidad de motos¡, pero no “motorinos” como el año pasado en Italia, motos grandes, “RR´s”, custom´s, “macho-bikes”, otras como yo, y todas modernas. Todo el mundo en moto, nunca había visto tantas por una ciudad excepto cuando he ido a los G.P´s de velocidad. Además se podía aparcar en las grandes isletas centrales de las avenidas. “A ver si me dejan en esa zona que hay muchas BMW´s y asi me tiro el rollo del viaje delante de ellas” pensaba mientras buscábamos un sitio para dejarme. Asi que mientras ellos se fueron a dar una vuelta por la ciudad yo estuve enterándome del por que de tantas colegas por las calles. Según me contaron mis compañeras de acera, como en Suiza hace mucho frío, en cuanto hay un día con sol y buena temperatura las sacan a todas a la vez y como a la mayoría solo las tienen aseguradas desde Abril hasta Octubre, pues a aprovechar el sol y el dinero del seguro.También me contaron que el lago que teníamos enfrente es el lago Leman y que tiene un gran surtidor que lanza el agua a un montón de metros de altura, pero me quedé con las ganas de verlo, porque no estaba en funcionamiento. También es famoso un  gran reloj (claro, esto es Suiza) hecho con flores y que siempre tiene cola de turistas esperando para hacerse una foto junto a él. El reloj lo veía desde donde yo estaba y también a dos conocidos que le pedían a alguien (¿era japonés?) que les hiciera una foto,” !joer¡ si son Jaime y Conchi, y luego dirán que ellos no son turistas, que son viajeros-pensé- pues hacen lo mismo que los “viajeros” que se han bajado de ese autobús” (Anda no te mosqueés y no quites nada de esto último,¿eh?).            

            A la vuelta paramos junto al lago de Annecy, un lugar muy bonito, con muchos campings alrededor de sus orillas y rodeado por grandiosas montañas. Siguiendo la orilla izquierda del lago, sale una carretera hacia Thones en la que encontramos el mejor tramo por el que nunca me han llevado, unos 3 ó 4 kilómetros de suave subida, con curvas enlazadas en las que puedes ver si viene alguien de frente o no, muy buen piso, con la ladera de una montaña a un lado y bosque al otro, era una auténtica delicia para trazar curvas una tras otra.Tanto le gustó a Jaime, que al llegar a la parte de arriba, decidió dar media vuelta para volver a hacer la subida otra vez. Lo estábamos haciendo mucho más rápido esta segunda vez, hasta que un tío con una GSXR (que se debía conocer aquel tramo como el pasillo de su casa) nos dió una pasada y tuve que enviarle a Jaime un “pequeño aviso” para que no se olvidara de que, aunque no llevara las maletas, con mis casi 270 kilos de peso no podía seguir a la moto que nos acababa de adelantar y menos con tanto inclinar-levantar-inclinar-levantar. Si alguna vez subes hasta aquí en moto, visita el lago, si, pero no te vuelvas a España sin hacer este tramo de carretera .

             Al día siguiente otra vez me cargaron con todo el equipaje y empezamos a bajar hacia el sur. Jaime había preparado un itinerario muy bonito, cosa bastante fácil en esta zona, con la obsesión que le había entrado con subir los puertos más famosos de la dichosa carrera ciclista pusimos rumbo a Albertville para ir en busca del Coll du Télégraphe, después hacía el imponente Galibier (2.645 mts.) para acabar con L´Alpe-d´Huez. Otra vez teníamos la climatología de nuestra parte y este es un factor muy importante a la hora de viajar por estas montañas. Subimos el Télégraphe por una bonita pero muy estrecha carretera, la bajada ya estaba mejor. Antes de subir al Galibier paramos en Valloire, era la zona de avituallamiento, y desde este pueblo miramos hacía arriba intentando adivinar cual de aquellas imponentes cumbres sería la que tendríamos que subir. ”No, aquella no creo que sea el Galibier, esta llena de nieve y además es la más alta de todas, debe ser alguna de esas otras más a la derecha”, dijo Jaime como si fuera un experto guía montañero, pero… la cumbre del Galibier era la que tenía nieve. Durante toda la subida, unos 20 kilómetros, no dejamos de cruzarnos con motos, en especial de mi familia, BMW´s GS 1.100 alemanas, a juzgar por la alegría con que nos saludaban se veía que se lo estaban pasando muy bien por estas carreteras, también encontramos varios ciclistas, para los que el hacer esta subida debe suponer una gran satisfacción personal. En el último kilómetro hizo su aparición la nieve, aunque la ruta estaba limpia en su parte central. Por fin llegamos a la cima. 

            Durante el descenso nos vimos metidos en medio de un grupo de varias “maxi-trail´s”, ya me estaba imaginando los pensamientos de Jaime: “si ésta moto tuviera unos frenos más potentes, unos cuantos kilos menos y unos cuantos caballos más, sería la moto ideal”, pues ésto es lo que hay “majete”, haberte comprado otra, a ver que tal.

            La carretera que baja hasta Grenoble no hace más que reafirmar mi idea de que toda la zona de los Alpes con buen tiempo, es el paraíso para quien le guste viajar encima de nosotras. Ibamos tranquilos, la fuerte pendiente y las muchas curvas y contracurvas hacían ser un poco más prudente de lo normal, en éstas estábamos cuando en la oscuridad de un tunel ví a alguien casi pegado a mi parte trasera, “¡coño, pero si es un ciclista!” no pude por menos que exclamar, “venga hombre, acelérame un poco que nos adelanta”, menos mal que mi piloto también se enteró de que nos seguía el “Roberto Heras” de la zona y giró el puño lo suficiente para dejarle atrás.Que vergenza si nos llega a adelantar el de la bici, cuando se hubiera enterado mi amiga la K-100 (de Juan Carlos, el de Moraleja) del ataque de risa se la habrían caído hasta los tornillos del carenado.

            Teníamos prisa, asi que la subida y la bajada (misma carretera, como en el Puy de Dóme) de las fámosas curvas del L´Alpe-d¨Huez fué algo rápida. Para acabar el día en lugar de seguir por la carretera principal hasta Grenoble, se nos ocurrió tomar una de esas secundarias por la que en teoría debíamos acortar unos cuantos de kilómetros. Al principio fue muy divertida, con muchas curvas y un bonito paisaje, pero al ver que los kilómetros pasaban mucho más despacio que los minutos aquello ya empezaba a ser un poco pesado, no olvidéis las curvas que llevabamos ya este día, después de hora y cuarto para hacer poco más de 50 kilómetros, volvimos a retomar la carretera principal.  Ya pasado Grenoble, en el pueblo de La Mure paramos en busca de un hotel.

            Al día siguiente, poco después de Gap, donde por no encontrar gasolinera casi me dejan sin una gota de gasolina, tomamos la autopista que baja hasta Marsella. Menos mal, que agusto, ya tenía yo ganas de estirar un poco las ruedas después de tantas curvas.“Venga, poneos cómodos y dame al acelerador, ¿a que ahora ya no me ves tantos defectos como estos días por las retorcidas carreteras de montaña?”-le pregunté a Jaime, a lo que este respondió dandome una cariñosa palmada en mi depósito y diciendome “anda, calla y corre un poco más”. A mediodía ya estabamos en Pertuis, en plena Provenza, y ademas coincidía que eran las fiestas del pueblo. Por la noche hubo un desfile con carrozas tiradas por tractores todos recubiertos con flores de  muchos colores, desde donde yo estaba aparcada no podía ver el desfile, pero según oí a mis dueños, fué un poco “hortera”, tanto por las carrozas como por la música que las acompañaba, aunque debía ser muy famoso en la región, pués todo el mundo nos dijo la suerte que habíamos tenido por coincidir con la celebración del Corso Fleuri de Pertuis”.

             Debido a las fiestas, sólo pudimos reservar hotel para una noche, así que a la mañana siguiente, otra vez a recoger todo y salir hacia Cadenet ( tan sólo a 20  kilómetros). Era domingo y había uno de los típicos mercados de la Provenza en la plaza del pueblo, esta vez no me pasó como el año anterior, que Conchi se encaprichó con unas cortinas con estampados típicos provenzales  y me cargó con un montón de metros de tela, bueno tampoco me hubiera importado, ella sabe que siempre tengo sitio para sus compras. El lunes bajamos casi hasta Marsella para visitar a unos familiares, y sin pedirlo enseguida sacaron a uno de sus coches de la cochera para que yo descansara fresquita a la sombra ¡que amables!.

            Por la tarde ya pusimos rumbo a la frontera española, pasamos por Aix-en -Provence, Arlés, Nimes, Montpellier, esta zona ya la conocía del año pasado cuando fuimos a Italia. Nos desviamos a un pueblo llamado Pézenas, muy bonito, pero con sus dos hoteles al completo. Como eran ya más de las 8 de la Conchi y Jaime decidieron hacer bueno el dicho de “ Primum vivere, deinde pernoctare” por lo que cenaron en este pueblo y luego seguimos hasta Beziers donde nos quedamos en uno de esos hoteles “semiautomáticos” que tanto gustan a los franceses (Formule 1, L´etape…)  suelen estar entre las ciudades y las autopistas y  por un precio económico para ser Francia (entre 5.000 y 6.500 pesetas la habitación doble) te permiten pasar la noche para seguir viaje a la mañana siguiente.

             Nos quedaban pocos kilómetros de autopista para llegar a España y descansar un par de días en la Costa Brava antes de regresar a casa. Ya tenía ganas de volver para contar todo lo que había visto a mis compañeros de cochera, seguro que  la Virago 535 de Conchi abriría sus 3 faros muerta de envidia, el grandullón del Nissan Patrol contaría una vez más su conocida historia de “pués cuando yo crucé el Sahara, poco antes de Tammanraset…”, el Fiat Bravo miraría como con aires de superioridad, ¡con eso de que tiene más caballos que una R-1! y “Mr. Bean”, el gato que duerme encima de mi asiento, diria “miau”, pues ése no sabe decir otra cosa. 

            Fueron 4.000 kilómetros en 13 días, bueno 11 si descontamos los 2 que estuvimos parados en Playa de Aro. Yo no me quejé en ningún momento, solamente me dejó de funcionar la alarma, pero eso fue por culpa del mando a distancia. A ver si el año próximo nos vamos a otro viaje por ahí fuera y a la vuelta os cuento que tal me ha ido. Ráfagas.

                                   La BMW 1100 RT de Jaime y Conchi .

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