Aquí puedes ver la entrevista al completo en video

https://www.elmundoenmoto.net/2013/02/15/video-entrevista-a-emilio-scotto-en-buenos-aires/

 

 

 

 

Allá por los años 80´ y 90´ los aficionados a las motos y los viajes esperábamos con impaciencia la revista española en la que un viajero argentino relataba sus alegrías,  experiencias y aventuras que iba viviendo en un largo viaje sobre una Honda Gold Wing, a la que había bautizado con el sobrenombre de “La princesa negra”. Su viaje fue reconocido como el más grande realizado en una moto y aquel hombre era Emilio Scotto (www.emilioscotto.com). Con él, yo y otros como yo,  pisamos la arena del Sahara, llegamos hasta la roca sagrada de los aborígenes australianos, el Uluru, los parques nacionales de Africa, conducimos una moto por las estepas de Mongolia, aparcamos junto a el Gran Cañón, cruzamos los Andes…Por aquel entonces no imaginaba que algún día todos esos lugares se abrirían ante mis ojos sin ser sólo en mis ensoñaciones, que yo llegaría a vivir esas emociones en primera persona y además también sobre una moto. Mucho menos imaginaba, eso ya ni en sueños, que un día, el propio Emilio y su mujer Mónica, nos recibirían en su ciudad, Buenos Aires, y tendrían la amabilidad de dedicar parte de su tiempo a enseñarnos, a Conchi y a mi, los rincones de la capital argentina, y además Emilio tendría la paciencia de someterse a una entrevista en exclusiva. Como era de esperar,  a medida que avanzaba la entrevista esta derivó en una charla entre amigos que aquí os resumo.

-Emilio, los números de tu viaje son impresionantes, 735.000 km, 10 años de duración, 272 países y territorios visitados, dos vueltas al mundo consecutivas en distinto sentido… Pero como siempre, lo mejor será empezar por el principio ¿cómo y cuando te surgió la idea del viaje?.

-Yo creo que desde mi infancia, incluso diría que estando ya en la panza de mi madre. El viaje no fue producto de que me quedara sin trabajo, ni de un amor que se terminó, fue algo que ya me venía desde pequeñito. Cuando era niño siempre soñaba con conocer el mundo que veía  en las revistas, libros…pero una cosa es soñar y otra hacerlo. Una cosa es soñar con ir a la luna y otra muy diferente hacerlo. Leía por ejemplo a Sandokán y yo soñaba con conocer Malasia, o cualquier otro libro y me veía recorriendo la isla de Zanzibar, la ciudad de Samarkanda, Tomboctú…nombres que, cuando era un niño, yo imaginaba que llegaba hasta ellos. Soñar, soñaba mucho con recorrer el mundo, pero no tenía ni medios, ni conocimientos, ni ninguna posibilidad. Sería como si yo ahora mismo pretendiera ir a Júpiter.

-¿Por qué elegiste la moto y no otro medio de transporte? ¿Eras aficionado a ellas?.

-Tú sabes bien que en realidad fue ella la me eligió a mi.  Fue todo una serie de circunstancias ligadas a mi falta de medios y también a una Argentina que por aquel entonces, social y económicamente, estaba prácticamente aislada y en el tercer mundo. Yo veía las motos sin mucho interés, especialmente porque eran algo que no estaba a mi alcance. Yo no tenía un pequeño auto, así que como para tener un capricho tal que es una moto. Pero a los 25 años un amigo me dijo “compré una moto”, “¿para qué?, si llueve te mojas, pasas frió…” le respondí. El caso es que le acompañé al concesionario, era la primera vez que yo entraba en uno de motos, era de Honda. Y mientras mi amigo hablaba con un mecánico, yo me quedé mirando las motos «que bonitas, cómo brillaban». Allí en un mostrador había un folleto, y allí la vi, negra, con sus valijas, su carenado, su antena…¡¡tan bonita!!.  Era una Honda Gold Wing, y en la portada leí: “El mundo es suyo en dos ruedas”. Ya está, me dije, eso era lo que yo quería, tener el mundo, y si tenía que ser en dos ruedas, pues bien. Le pregunté al dependiente, «¿cuánto cuesta?» y me respondió, “nada, es gratis, tengo un montón de folletos en el almacén, luego le regalo uno…”. Yo no tenía dinero para aquella moto, y eso mismo pensaba aquel vendedor, pero al final firmé un montón de documentos, a sabiendas que nunca podría pagarlos, y me compré la Gold Wing.

El sistema económico argentino cambió, en pocos meses pusieron, quitaron y pusieron otra vez nuevos ministros y el dólar se disparó. De repente me encontré con que mi deuda se había reducido enormemente, con lo que la moto me salió prácticamente regalada. Así me hice con la que a la postre fue “la princesa negra”. Y cinco años después de comprarla, y sin que yo hubiera acumulado mucha experiencia con ella, el 14 de Enero de 1985, empecé mi viaje. Con 300 dólares en el bolsillo y con un equipamiento muy simple y básico, que era lo que había entonces. Me fui vestido con mi ropa de calle, mi camisa, mi pantalón de todos los días, un casco marca Uvex, las botas eran de esas amarillas de pescadores, un poncho que me regalaron para la lluvia, una pequeña cámara de fotos…Y no es que fuera algo improvisado, era simplemente que entonces las cosas eran así. En aquella Argentina no había ropa especial para moto, guantes, botas…De hecho yo salí sin guantes…Pero yo tenía lo imprescindible, mi sueño, mi moto y mi corazón, y  partí.

-No puedo por menos que imaginarte, ese día de la partida, con toda tu ilusión…¿y que pensaba aquel Emilio? ¿hasta dónde llegaré, qué viviré? ¿estaré fuera un año, cinco, o tendré que regresar en tres meses diciendo, uff, esto no es para mi…?. 

 No negaré que por mi mente pasaron alguno de esos pensamientos y otros muchos. Pero algo en lo que nunca pensé es que abandonaría antes de terminar la vuelta al mundo. Partía para siempre, me zambullía en mi sueño, pasara lo que pasara, me encontrara lo que me encontrara…pero el día de mi partida nunca se me pasó por la cabeza que pudiera llegar el momento en que pensara «esto no es para mi». El día que cerré la puerta tras de mi, me despedí de aquel Emilio Scotto para siempre, sabía que ya nunca volvería a ser el mismo. Eso si lo sabia, y no me  equivoqué. No sabía como lo haría, no tenía mapas, ni dinero, tampoco conocimientos. Sólo sabía que esta carretera a algún sitio me llevará, que después de una ciudad hay otra, que tras salir de un país se entra a otro. Yo tenía claro que iba a visitar todos los países, si uno estaba cerrado yo lo abriría, si  era comunista ya vería la forma en que me dejaran entrar, si estaba en guerra ya vería como cruzarlo…¿Cuánto me iba a llevar?. En mis cálculos inocentes yo pensaba, cinco continentes, a año por cada uno, cinco años, más otro de propina, seis años, ya está. Pero esto sólo era un numerito que no me importaba, lo que realmente importaba era «me lleve lo que me lleve, visitaré todos los países del mundo…»

 

 

 

 

 

 

-Y a lo largo de todos esos países, a la hora de viajar por ellos unos más sencillos otros más complicados, seguro que alcanzaste decenas de lugares de los llamados “maravillas del mundo” y es muy difícil que me digas uno, pero haz un esfuerzo y recuerda alguno por el que pensaras por este lugar merecen la pena, los kilómetros recorridos, los días de viaje, las lágrimas y sinsabores….

 -La respuesta la diste tú en tu pregunta, es imposible elegir uno. Pero hay que entender el contexto en que yo me movía. Yo fui un niño con padres separados, criado con mi mamá y hermana, con muchos problemas económicos…Yo tenía el pelo colorado y recibía todas las bromas, me llamaban cabeza de fósforo, de ketchup, de tomate, además yo me llamo Emilio Walter Eduardo Alfredo Scotto, así que tenía apodos y nombres para el libro de los récords.

Este niño soñaba con el mundo, así que con este contexto para mi todos los lugares eran maravillosos por el solo hecho de haber llegado. Yo me decía: “estoy acá en Congo, en Nueva Zelanda, estoy en Tibet…y vine andando, con esta moto”. Y en aquella época el mundo no había explotado como ahora, era raro un viajero en moto. Para mi todo era maravilloso, incluso lugares que no decían nada. Por ejemplo, yo llego en el 93´ a Ulan Bator, Mongolia estaba cerrada desde hacía 75 años. Espero semanas en la frontera China a ver si me dejan entrar, al final lo consigo. Yo había soñado desde niño con Ulan Bator, solamente por el nombre. Bien, llegué en la moto y Ulan Bator era una ciudad fea, edificios cuadrados, muy soviética, no había nada…pero había llegado hasta allí. Y si me preguntas, ¿te gustó? Me encantó, había llegado a U-l-a-n   B-a-t-o-r. Si bien estuve luego en muchos lugares espectaculares como las islas del Pacífico, Indonesia, Bali…no podría elegir uno. Todos los lugares que pisé se metieron adentro de mi alma.

 -Un viaje de tanta duración y recorrido da lugar a multitud de situaciones, y quería pedirte algo bastante complicado, ya que resumir en pocas palabras lo siguiente sé que será difícil. Te pido que elijas dos vivencias, una grata y feliz y luego otra en la que las circunstancias te llevaran a pensar que allí se terminaba no solo tu vuelta al mundo, quizás incluso algo más…. 

 -Voy a empezar con la complicada, hubo muchas desde luego, pero recuerdo una en Liberia, camino de Monrovia, a donde llegué desde Sierra Leona. En este país estaba un guerrillero, Taylor, y desde S. Leona Taylor  lanzaba los ataques para derrocar al presidente de Liberia. Nada más pasar la frontera los soldados de Liberia me arrestan acusado de entrar al país con la intención de matar a su presidente. Me retuvieron durante siete días, me quitaron todo, la moto, la ropa… Y un soldado, siempre el mismo, me pegaba con la mano en la cara a la vez que me preguntaba: “¿cual es tu misión?”. Yo respondía que era turista y la escena se repetía una y otra vez. Ahí si pensé que terminaba todo, ¿cómo hacer comprender a aquellos soldados, que decían tener pruebas contra mi, que estaban equivocados?. Era algo perdido de antemano.Y de ésta me libré gracias a un libanés que logró hablar con un ministro, le dijo: “miren, ustedes van a matar a una persona que no trabaja para Taylor”. La cosa no fue tan sencilla, pero gracias a aquel hombre me salvé.

 -Y cambiando de escenario, tenemos pendiente la otra situación, la agradable…

-Bien, pues afortunadamente también hubo muchas, pero hubo una a los cuatro meses de partir que siempre recuerdo especialmente. Yo subo por la costa de Uruguay y Brasil hasta donde desemboca el Amazonas,  y al llegar me dicen: “no mire, se equivoco, tiene que subir por la Panamericana, por aquí es imposible”. Claro que por carretera no podía continuar, pero yo quería navegar por el Amazonas, además veía que salían pequeños barcos con “garimpeiros”, buscadores de oro, con sus fusiles, machetes, sombrero, su revolver al cinto…pero me decían que me olvidara, que esos no llevaban pasajeros, no eran barcos para turistas. Al final me hice amigo del capitán de uno de estos barcos, el “Moreira Bahia” y le convencí para que me llevar con ellos. Con muchas dificultades subimos la moto. Antes de zarpar la gente del poblado ya me me advirtió: “nunca se le ocurra jugar a las cartas con ellos, siempre termina a machetazos, no es por el dinero, es por el orgullo…”. Por las noches se sentaban en el suelo a jugar, claro, yo ni me acercaba. La última noche me dijeron: “ah, tú argentino, siéntate a jugar”, yo no quería pero al final no me quedó más remedio, su invitación era más bien una orden. Dieron las cartas y gané, volvieron a repartir y volví a ganar, y así una y otra vez, los billetes iban todos a mi lado. Cada vez que ganaba los insultos iban subiendo de tono, me decían cosas como: “te vamos a cortar los ojos, te vamos a tirar al río y que te coman las pirañas…” había uno que me decía “ voy a coger el revolver y te lo voy a descargar atrás…”. Yo les quise devover el dinero, pero fue peor, fue como un insulto. Dormíamos en unas hamacas y esa noche no dormí nada, miraba a todos lados y  pensaba que podían clavarme un cuchillo en la espalda. Y a la mañana siguiente llegamos a Manaos, nuestro destino, se bajaron todos y se fueron, todos menos uno de ellos, Pedro, que me dio una carta y me dijo que la leyera esa noche. Y esa noche la abrí, allí decía: “querido amigo, todos, de común acuerdo, decidimos que jugaras a cartas y dejarte ganar, para darte ese dinero para tu sueño. Porque si tu lo logras será un poco como si nosotros, que nuestra saldremos de esta selva, hayamos dado también la vuelta al mundo contigo…pero claro, teníamos que divertirnos a costa tuya”, Fue toda una gran lección de vida, y durante esos años los lleve a todos aquellos garimpeiros conmigo.

-Avanzamos en tu viaje, cruzamos países, recorremos lugares, continentes, damos una vuelta al mundo, otra…y volvemos al punto de partida, Buenos Aires. Paras la moto, quitas la llave, se acaba todo. Y a la mañana siguiente ¿que piensas?, ya no tengo que arrancar de nuevo, ni volver a cargar otra vez el equipaje…

 -Fue muy duro, muy duro. No terminé en buenas condiciones, acabé triste, física y anímicamente terminé muy cansado. Y sí, pensé eso “¿qué voy a hacer? ¿dónde pongo mi alma? ¿qué hago ahora?…”. Era como si la vida se terminara, no tenía una hora más para poder seguir. Físicamente estaba destruido, y mentalmente estaba como una computadora con el disco lleno, no entraba nada más. Era un choque entre un mundo que terminaba y otro que no sabía como seguir. Me pasé un año encerrado en Los Angeles, en una casa de un amigo, no salía ni a la calle. Ten en cuanta que fueron 10 años de viaje, cuatro mil días de fronteras, idiomas, monedas, paisajes, gentes…Era algo parecido a lo que les sucedió a los astronautas del Apolo XI. Con Aldrin tengo una buena amistad y  me contaba que a su regreso casi se suicida ¿qué iba a hacer él en la vida?. Yo tardé en volver a subirme a una moto nada menos que 6 años. Hasta que empecé a salir y hablar con la gente, tener una vida relativamente social, pasaron 2 años. Yo, que había tenido la vida más social del mundo durante 10 años…

 -Dentro de poco se cumplirán 20 años de tu viaje, durante este tiempo ¿has seguido relacionado con el mundo de los viajes y las motos, intentando compartir tus experiencias?.

-Sabes que muchos de estos años los pasé en California, relacionado con gente de Hollywood, por el tema de la película de mi viaje. Entre otros Tom Cruise y Antonio Banderas estuvieron involucrados en este asunto. También estuve cuatro años luchando hasta que recuperé los derechos de mi viaje, que el manager que tenía me había robado. Hace un año estuve a punto de firmar el contrato para la película, pero no acabó de convencerme el lado psicológico que querían mostar. Pero si, de una manera u otra siempre he estado relacionado con las motos, o mejor dicho con las ruedas,  ya que con los autos he hecho 3 veces el viaje EE.UU–Argentina en 4×4, probando cosas y vehículos para algunas marcas. Y desde hace un tiempo llevo gente a viajar por el mundo. Yo pensaba “quiero que la gente vea el mundo, que lo sientan, que vayan en la ruta”. He llevado grupos por África, China, Sudamérica…en moto y también en 4×4, y les dejo que lo conduzcan ellos, yo no limito a que la gente tenga que ver el mundo en dos ruedas. Les pongo una alfombra mágica, la que ellos quieran. Mi esperanza es que alguna compañía patrocine el viaje de alguna de estas personas, que tienen el sueño pero no tienen las posibilidades económicas para hacerlo. A veces recibo e-mails de gente que me dicen “como me quisiera ir, pero casi no junto dinero para comer y llegar a fin de mes…”. Estoy intentando  que, a cambio de publicidad, alguna empresa pague uno de esos viajes al menos a una persona de estas al año. Y a esto, junto a mi esposa Mónica, es a lo que me dedico, llevar gente a conocer destinos exóticos.

 -Recuerdo que cuando yo era un joven de veintitantos años cada semana iba a buscar el Motociclismo y rápidamente pasaba las hojas para ver que habías escrito, por dónde andabas….Tu viaje fue el primero narrado en directo, con los retrasos lógicos de aquella época. Seguro que te has planteado muchas veces como habría sido tu viaje ahora, con los medios tecnológicos actuales.

-Si, claro, pero aquello fue cuando fue. En aquella época yo escribía las crónicas a mano, a veces buscando un papel, un lápiz…Por otra parte y aunque parezca mentira entonces había una relación más directa con la gente que me seguía, te voy a contar una anécdota que me pasó en España. Yo volvía de África y antes de seguir hacia Asia pasé unos días en España, un día me encontré con unas monjitas, llevaban unas bolsas y estaban  mirando la moto. Me acerco y las digo: “buenas tardes, hermanitas ¿las gusta la moto?”, y sin dudarlo me dijeron “la princesa negra ¿verdad?”. Resulta que de una de las bolsas sacaron una revista de Motociclismo, “¿pero ustedes compran esta revista?” “oh, sí, la compramos para ver por dónde va”. Ese fue uno de mis mejores premios. Hoy todo es más tecnológico, más rápido, hay mucha gente contando viajes…sin duda habría sido diferente

 -Y hablando de la “princesa negra” ¿dónde está actualmente esa moto?.

 -Pues está en Laughlin, una ciudad a 45 minutos de Las Vegas en dirección al Gran Cañón. Está en el River Side Hotel, en un museo junto a otros autos famosos como el de John Wayne, el de “Regreso al futuro, la moto de “Busco mi destino”…Es un museo que diariamente  visitan más de mil personas. La princesa negra está bien cuidada, sobre una plataforma giratoria, y rodeada de más de 300 fotos de mi viaje colgadas en las paredes.

 -Hace un par de años, con motivo de tu asistencia a una de las ediciones de nuestro encuentro anual Grandes Viajeros, tuvimos la oportunidad de tenerte en España  y disfrutar con el espectacular audio-visual de tu viaje. Y algunos amigos que te conocieron en aquella ocasión, al saber que me iba a encontrar contigo aquí, en Buenos Aires, me han pedido que te pregunte ¿para cuándo tu libro, The Longest Ride, pero en español?

 -El libro en español serán tres tomos, ya que contaré muchas más cosas que las que se me permitieron contar, por temas de censura, en la edición de Estados Unidos. El tomo uno está casi terminado, diría que si logro ponerme seriamente, en un par de meses lo terminaría y lo lanzaría, y cubre entre la partida de aquí y la entrada en África. El tomo dos, que abarca África, Arabia y parte de Asia está también muy avanzado. Y el tres está sin empezar, de todas maneras estoy hablando del tres cuando no ha salido ni el uno…Muchas veces la digo a Mónica que voy a encerrarme, como si fueran unos retiros espirituales, y a terminar los libros. Aparte lo necesito, ya que cuando escribo también veo al niño que tenía aquel sueño de conocer el mundo. Lo que ocurre es que soy muy exigente y cuando escribo un libro es como tener un hijo, quedo exhausto. Así que pido, a los que lo estén esperando, un poco de paciencia.  Y ya que has mencionado a España decirte que mi deuda con ella nunca podré terminar de pagarla. Hasta que me muera nunca podré hacer algo que demuestre la gratitud que siento por su gente, así que, gracias España.

Gracias a ti Emilio por habernos dedicado este tiempo.

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