Uno de los comentarios que oigo de algunos de mis amigos en estos días tras la elecciones en EE.UU y la victoria de Donald Trump, es el mismo que les escuchaba en estas fechas del año 2016, cuando la otra victoria de Trump, “yo no entiendo cómo los americanos votan a un tipo como este”, aquí vendría bien hacer un paréntesis.

¿Qué es eso de “los americanos”? ¿es que en esas elecciones también han votado los mapuches de la Patagonia chilena? ¿los pastores de llamas peruanos? ¿los cafeteros colombianos? ¿las mujeres vendedoras ambulantes mejicanas? ¿las amas de casa canadienses? Es evidente que no, pero acaso ¿no son tan americanos unos como otros? ¿acaso los que viven en Africa no son africanos? los que vivimos en Europa ¿no somos todos europeos? ¿entonces?. Los estadounidenses han logrado apropiarse del término “américa” y “americanos” para su país y para ellos mismos, y ya ha quedado como una injusta norma global. Pero volvamos al comentario inicial.

Bajo mi punto de vista está muy claro porqué no entendemos esa decisión de la mayoría de los estadounidenses en las votaciones de 2016 y de 2024, sencillamente porque…No somos estadounidenses ni pensamos como ellos, del mismo modo que ellos no entienden actuaciones de los españoles, o de los europeos, ante otras maneras de nuestro comportamiento. Ya, y toda esta introducción ¿a qué viene? Pues porque viajando por aquel país, observando y hablando con los nacidos allí y con los inmigrantes latinos, entiendes, aunque sólo sea un poco, su manera de pensar, y la reciente victoria de Trump, aunque sigas sin entenderla ya no te pilla tan de sorpresa.

Cruzando un pequeño pueblo, creo que en Connecticut, vimos una casa de la que colgaba una pancarta en la que se leía algo así “Está acusado, imputado, es mentiroso, le dieron un tiro… Pero le seguimos apoyando”, y era una casa particular, y eso es toda una declaración de principios. Y no fue un caso aislado, durante todo el viaje, siempre fuera de las ciudades, por los estados que recorrimos se repetía la imagen de carteles, en fachadas y en los jardines de las casas, de apoyo a uno u otro candidato, en unas zonas los de uno superaban a los de la otra y en otras al contrario, pero los referentes a Trump eran muchos más, más imaginativos y más directos que los dedicados a Kámala Harris.

Hace 20 años hicimos nuestro primer viaje por América, fue por Estados Unidos y concretamente por varios estados de la mitad oeste. En estos 20 años hemos hecho otros 17 viajes más por el norte, el centro y especialmente por el sur de aquel continente, y entre ellos otro segundo viaje, en 2017, recorriendo la mitad este de los EE.UU. Así que para celebrar estos 20 años de viajes por América decidimos regresar una vez más. En realidad este año han sido dos veces, en marzo con motivo del II E.G.V Chile hicimos un recorrido por allí, y en el octubre pasado hemos hecho otro por la zona noreste de EE.UU, éste de sólo 15 días, pero suficientes, especialmente porque no disponíamos de más tiempo.

Seguro que por aquí hay gente que o tiene una Harley o las ha manejado y sabe de ellas más que yo, así que mis apreciaciones y comentarios acerca de ellas son las de un inexperto con estas motos, por lo que espero que nadie se ofenda ya que tampoco deberían tener mucha valided. Aunque en realidad la moto de este viaje es la tercera Harley que conduzco, en aquel viaje del 2004 usamos dos Harley Electra Glide, entonces mi mujer viajó en la misma moto que yo, pero sucedió que la primera se averió unos kilómetros al sur de Las Vegas y nos llevaron otro modelo igual. Entonces elegí aquella moto porque si no era allí, no tenía pensado manejar una Harley nunca. En el viaje del 2017 la elegida fue una Goldwing por la misma razón, motos que uno asocia a un viaje por USA. Para este año mi idea era volver a hacerlo en una Goldwing, ya que me gustó su comportamiento. El problema es que hace años Eaglerider (la compañía de alquiler referente en USA) empezó a comprar por todo el país pequeñas empresas de alquiler de motos y ahora, en grandes zonas del país, prácticamente tiene el monopolio, y esta expansión debió de llevar unido algún tipo de acuerdo con Harley ya que casi todos los modelos de que disponen, son de esa marca. Estaba claro, volvería a manejar una Harley.

Año 2004

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Año 2017

Por diversos motivos el viaje comenzaría y terminaría en Nueva York, allí la agencia de Eaglerider está en Staten Island y los modelos disponibles eran todos Harley, pero no tenían Electras, así que reservé lo más parecido, una Road Glide Touring Edition, que además de las maletas laterales cuentan con topcase, respaldo y apoyabrazos, y unos cómodos asientos, hasta ahí todo en orden. Doce días antes de comenzar el viaje recibo un mail de la agencia diciendo que no pueden entregarme ese modelo, que no hay unidades disponibles en esas fechas (¿?), que me entregarán uno similar y que de todos modos, si hubiera disponible alguna de las que yo había elegido, me la entregarían. Pensé. “bueno, será una Street Glide también en Touring Edition que lo único que cambia es el carenado…”. Pues no, me contestaron que esa tampoco, que sería una Street Glide (a secas), que en realidad es un modelo inferior, y para viajar a duo, muy inferior, pero eso ya lo comprobaríamos más adelante.

Nunca había tenido un problema con Eaglerider, y esto del cambio de moto me extrañó, lamentablemente fue sólo el principio de una serie de decepciones con ellos, y que merecerá un comentario aparte por si a alguno le resulta de interés o de utilidad, pero eso lo dejaré para un apartado al final de la crónica.

Al asunto, la moto, la Street Glide, es Harley 100×100. Larga, baja, no te subes en ella, te bajas y te metes en ella, los brazos más o menos estirados dependiendo de si tienes que girar a tope en maniobras, que entonces casi ni llegas al punto más alejado. Al ser la moto tan bajita, las piernas tienen que ir muy adelantadas o de lo contrario sería insufrible. Pesa un montón (360 kg) y aunque tenga el centro de gravedad muy bajo, hacer maniobras a muy baja velocidad o en parado, no es muy agradable. Cuando tenía que moverla para aparcar o sacarla de algún sitio, algunas veces dudaba de si la moto estaba en punto muerto o tenía una velocidad engranada, o la maneta de freno apretada…Al no tener topcase, nos entregaron los que ellos llaman un “Eaglepack”, que es sólo una bolsa de viaje, eso sí grande casi 60 lt, con un buen sistema de tensores para fijarla en la parrilla trasera. La verdad es que el bolsón está bien diseñado para estos soportes, y nunca se movió de su sitio, pero eso no quita la incomodidad, y el tiempo empleado, para quitar y poner todos los días, resumiendo, aunque tenga algo más de capacidad que los topcase originales, hubiera preferido el topcase, aparte del tema respaldo y apoyabrazos.

Las maletas a primera vista engañan..pero para peor. Caben menos cosas de lo que aparentan, no es que sea pequeñas, no es eso,, lo peor son sus formas. Cada mañana y cada tarde, al ir a meter o sacar las bolsas con el equipaje me preguntaba qué sustancias habría tomado su diseñador…Me lo imaginaba delante del boceto: ”uy, qué chulas me han quedado las maletas, pero tienen unas formas muy corrientes y normales…A ver, voy a hacerlas el fondo más estrecho, mucho más estrecho que la parte de arriba, y la parte trasera también más estrecha que la delantera, y a las tapas las pongo unas bisagras para que no se caigan al abrirlas pero que a la vez, si la maleta está llena, sea más complicado cerrarlas. Y los enganches de los cierres los voy a hacer bien dimensionados, además los voy a colocar donde más estorben…Ahora ya están mejor, serán poco prácticas, pero son originales”.

Seguimos con la Street Glide…Que por lo visto también es conocida como “la tiburón” por la peculiar forma de su carenado. Éste es de grandes proporciones y está rematado por una cúpula, que cuando la vi lo primero que pensé fue “vaya mierda de cúpula”. Aunque luego en marcha ya me di cuenta que no necesita ser más alta. Entre la baja posición en la que vas sentado en la moto y la velocidad a la que normalmente se viaja por allá, no hace falta una cúpula más alta, o al menos yo no la eché en falta.

Al asiento trasero le sucede como a las maletas, engaña…Parece más o menos cómodo, y luego resulta una tortura. Conchi tiene larga experiencia en viajes en moto por los 5 continentes, unas veces como conductora y otras como pasajera, así que me fio de su opinión. De mullido estaba bien, pero la forma era un tanto extraña, estrecho en la parte de atrás y además más bajo en esa parte que en la delantera, y si a ello se le suma la posición de los reposapiés el resultado es, según la definición de quien tuvo que ir allí sentada, “un mierda de asiento”.

El motor era el de 1.745 c.c que creo era el mismo que llevaba la Electra que usamos en 2004, y no le pongo pegas. Al ralentí hacía que un bóxer de BMW pareciera un 5 cilindros, pero una vez en marcha desaparecían todas esas vibraciones, o al menos quedaban muy reducidas, y se viajaba cómodamente (al menos yo, la pasajera no tanto). Aunque le dejara caer de vueltas, siempre aceleraba con contundencia. En algún sitio leí que tiene 105 cv de potencia, así que entre eso, el peso de la moto, más equipajes y nosotros encima, las aceleraciones no es que fueran de esas que te hacen exclamar ¡oooooooh!

cof

Cuando me subí a la moto y vi el pomo central con el que al girarlo das o quitas contacto o bloqueas dirección en posición parking, fue como retroceder al 2004 cuando me subí a la Electra. Pero la Street se ha modernizado, la llave es por aproximación, menos mal que algo ha cambiado. También cuenta con una generosa pantalla para el GPS y la radio, aunque poco uso di a ambas cosas. Me llevé el teléfono rugerizado que tengo para uso exclusivo como navegador en las motos, así como su soporte y en un minuto quedó todo instalado en la Street. Un par de veces probé el navegador de la moto y me pareció engorroso de manejar y lento, aunque es normal por mi falta de práctica con el mismo. Y del equipo de sonido, entre el ruido del motor y ruido propio de la marcha, la verdad es que sólo se oía decentemente a muy baja velocidad, y eso en la parte delantera, la pasajera no oía más que un ruido en general.

Un fallo de diseño, comodidad y seguridad, o que la menos a mí me lo pareció, fueron los intermitentes. Cada uno se acciona con un toque en cada uno de los pulsadores situados en cada extremo del manillar, y se anulan con otro toque, hasta aquí todo bien. Pero resulta que el indicador luminoso del izquierdo está situado dentro de la esfera del reloj de nivel de combustible y el derecho en el reloj del voltímetro, ambos tienen el fondo blanco y los indicadores de intermitencia son de un color verde clarito, y cuando hay bastante luz no es fácil ver el aviso de si están en funcionamiento, y claro, a veces dudas si has pulsado el intermitente correspondiente, vuelves a pulsar el interruptor, y lo que haces es apagarlo…

Otro tema que no me gustó fue el indicador de nivel de combustible, o quizás fuera un fallo en es esta unidad. Como es normal amedida que hace kilómetros la aguja va bajando de una manera progresiva, así que la primera vez que se acercó al cuarto de depósido, pensé: «vale, en la próxima gasolinera paro», pero sucedió que de repente la aguja empezó a bajar rápidamente y en unos 10 kilómetros más ya estaba encendida la reserva y aquello seguía bajando a la misma rapidez…Por suerte en USA hay gasolineras poor todas partes, o casi todas, y pronto apareció una dónde repostar y aprendí la lección para lo sucesivo.

Por lo demás no busques distintos modos de conducción, ni asistentes de arranque en pendiente, ni siquiera puños calefactables, y esto último fue lo único que eché en falta algunas mañanas a primera hora. Como un añadido a la modernidad decir que la moto cuenta con una escala numerada donde se va encendiendo el número correspondiente a la marcha que llevas engranada!!!. A pesar de lo que te pueda parecer por lo que he escrito hasta ahora de la moto, una vez que esta echa a andar, se maneja bastante bien, a pesar de su peso, de su aparatoso carenado, de la posición en la que vas sentado, la dureza del cambio, la falta de mordiente de los frenos…Pero para la velocidad normal en Interestatales es más que suficiente, y la moto no dio ni mal ruido (y aunque lo hubiera dado, el del propio motor y el del escape lo habrían ocultado) siempre arrancó al primer intento y en ese sentido la moto se portó muy bien.

Hablando de echar a andar…Yo había metido en mi GPS una ruta que nos llevaba desde la agencia de Eaglerider en Staten Island (situada al sur de Nueva York) hasta Boston, evitando cruzar Nueva York. Nada más salir de la agencia, la avenida que debía tomar estaba cortada, di media vuelta y en estas que el GPS debió pensar “¿así? ¿que no quieres ir por ahí?,, pues te llevo por otra ruta…”. Y cuando quise reaccionar ya estábamos cruzando el puente que cruza el río Hudson y en dirección a Nueva York, ya pensé “qué sea lo que Dios quiera, Nueva York allá vamos”. Habíamos estado 2 días de turistas por la ciudad, visitando lo típico, lógicamente nos quedaron algunos barrios por visitar, como Brooklyn, Queens, Bronx…Pero la Gran Manzana no quería que nos marcháramos sin echar un vistazo a estos barrios, aunque sólo fuera desde las autopistas que los cruzan. Y lo confieso, que el primer contacto con esta moto, con sus particularidades de peso y que además me estaba haciendo a sus mandos y reacciones, fuera tener que cruzar esa ciudad en medio del apestoso tráfico de media mañana, fue algo que estaba deseando terminar. Por suerte los estadounidenses conducen de manera prudente, muy prudente afortunadamente para nosotros. Van despacito, nadie cambia de carril, nadie se quiere meter cuando no debe, no hay bocinazos, y eso me estresaba todavía más, porque yo era la nota discordante. Yo era él que cambiaba de carril por ganar unos metros, él que metía un bocinazo por si no me habían visto o para que otro vehículo se apartara unos centímetros y me dejara pasar, él que tomaba una salida en los últimos momentos, él que blasfemaba, hacía aspavientos… Seguramente que por todo esto, notarían que yo no era de allí. En mi defensa alegaré que eran mis primeros kilómetros conduciendo de nuevo por USA, luego todo eso se me fue pasando…

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Hay viajeros en moto a los que en sus viajes no les gusta visitar las grandes ciudades, yo no soy de esos. Me gustan los paisajes abiertos, cordilleras, desiertos y todo lo relacionado con la naturaleza, pero no me gusta pasar al lado de una ciudad, por grande y superpoblada que sea, que tenga algo interesante y no visitarla. Las ciudades de los EE.UU, por unas u otras causas, casi todas tienen algo que ver. Nuestro recorrido cruzaba los estados de New York, Connecticut, Massachusetts, Pensilvania, Washington D.C, Maryland, Delaware y New Jersey, y puede que alguno más de esos pequeñitos que cruzas sin darte cuenta. Y en esos estados hay cuatro ciudades que queríamos visitar, New York, Boston, Washington y Filadelfia. Pero antes de seguir voy a poner en contexto todo esto.

Esa zona de los EE.UU puede que sea la que mayor densidad de población del país, especialmente el tramo entre Washington y Boston, eso implica que las carreteras tienen mucho tráfico, y también toda esa zona es la de mayor poder adquisitivo, con lo que ello afecta en muchos aspectos, especialmente en cuanto a los precios de los alojamientos. Y si añadimos que, siempre bajo mi experiencia, cuando viajas en moto y quieres visitar una gran ciudad, lo mejor es alojarte en un hotel céntrico, dejar la moto guardada y luego cómodamente hacer la visita turística. A esto hay que añadir otros dos factores, que uno ya tiene una edad y aunque cuando no me queda más remedio, me sigo metiendo a dormir en cualquier “chigorcio” que encuentro, siempre que es posible busco hoteles de una cierta “categoría”. El segundo factor es que ese tipo de hoteles situados en el centro de las ciudades suelen tener unos precios más altos que los que están en las afueras y en este viaje hay que añadir que desde nuestra última visita, año 2017, los precios se han disparado y la cotización euro=dólar ahora es un 10% más en contra de la moneda europea. ¿Y todo esto para qué? Pues porque el otro día alguien me preguntó acerca de los costes del viaje y, como ocurre siempre, ese es un tema muy particular en el sentido de que cada uno valoramos más unas cosas que otras, o nos duele menos gastarnos el dinero es unas cosas que en otras. Solamente había reservado el hotel de las tres primeras noches en Nueva York, y su precio ya me pareció una exageración, unos 450 $ por noche. Es cierto que estaba a una manzana de Time Square y que era un cuatro estrellas de los de verdad. Pensaba que sería el hotel más caro del viaje, pero me equivoqué…

Al terminar el primer día con la moto no dijimos “woo, qué buen día…”. Primero tuvimos que cruzar todo Nueva York con el tráfico de media mañana, en una moto grande y muy pesada y teniendo que asegurarme dos veces cada vez que ponía el intermitente o miraba por los espejos. Dejado atrás la ciudad, el tráfico seguía siendo muy “espeso”, abandonamos la interestatal con la esperanza de ir mejor por carretera. Esta presentaba el mismo, o más, tráfico, con el añadido de tener semáforos cada poco y las poblaciones casi pegadas unas a otras. Después de una hora regresamos a la Interestatal. Había mirado los hoteles disponibles en Boston, los céntricos, y de la categoría mínima que quería, tenían precios groseramente altos (mínimo 700 y pico $ por noche), los moteles de las afueras ya tenían precios más normales, entre 150-200 $. Con las últimas luces del día aparcamos a la puerta de un motel de la cadena Holiday Inn, situado a unos 15 kilómetros de Boston. Entró Conchi y tardaba en salir, eso ya no era buena señal, y así fue. El motel estaba completo, habían llamado a los de los alrededores y lo mismo. Resultaba que en aquellas fechas estaba prevista la llegada del ciclón Milton a Florida, muchas familias habían tomado un vuelo y se habían esparcido por otros estados, entre ellos este de Massachusetts, y habían copado todos los moteles.

Ya de noche miramos por las aplicaciones del teléfono en busca de otro hotel, al final tuvimos que poner rumbo al centro de Boston y alojarnos en el hotel más caro que haya pagado nunca, y encima el precio no estaba acorde con lo que el hotel ofrecía, y además no tenía garaje. Resumen de ese día, 9 horas para hacer 400 kilómetros, sin ver nada extraordinario y el presupuesto de alojamiento de tres noches, gastado en una sola y a moto en la calle.

A las 8 a.m había que retirarla de la plaza de parking donde la dejé la noche anterior porque tenía parquímetro, y el límite máximo de aparcamiento era media hora. Busqué un parking cerrado cercano para dejar la moto mientras recorríamos la ciudad, había dos a unos centenares de metros del hotel, pero sorpresa, al intentar entrar no admitían motos, tal cual, sólo autos. Por fin encontré un parking de los abiertos, de pago por supuesto, ahí si me permitieron dejar la Harley. Cuando me marchaba salió el encargado de su caseta para pedirme la llave de la moto “ya, y un huevo te voy a dar la llave…”. “Pues en ese caso, saque la moto, sino me deja la llave, la moto no se puede quedar. La policía nos obliga a tener las llaves de todos los vehículos que están aquí aparcados”. No tuve más opción que entregar la llave de la Harley, era eso o perder más tiempo del que llevaba ya perdido buscando dónde aparcar, la conclusión, a Boston no le gustan las motos. Más adelante me enteré que por ley y temas de seguridad ante incendios o similares, es así en todos los parkings, al menos en los que usé.

La visita a Boston es fácil y agradable, tiene marcado en el suelo el llamado “Sendero de la libertad”, que a lo largo de unos cuatro kilómetros te lleva por los edificios y lugares más importantes de la ciudad y que, por los hechos que en ellos se produjeron, guardan una relación directa con la fundación de la nación.

Sobre las 13 h. cargamos el equipaje que habíamos dejado en el hotel y nos marchamos de Boston. Al ir en dirección al interior teníamos la esperanza de que las carreteras ya estuvieran más descongestionadas, y por suerte así fue.

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