Si nunca has viajado sudamérica, quizás Ecuador no sea el primer país en que pienses a la hora de planificar un recorrido por esta parte del mundo. Pero en nuestro caso, después de haber viajado en varias ocasiones por la mayoría de países del sur de América, ahora llegó el turno de hacerlo por Ecuador.

   Una de las zonas más espectaculares que puedes encontrar es la Amazonía. para su visita resulta imprescindible un guía, el nuestro se llama Ayuy, perteneciente a la etnia Shuar. Comúnmente se les llama «jíbaros», aunque ellos consideran despectivo este nombre y no les gusta que se les denomine así. Lo que está claro es que Ayuy conoce y ama esta tierra. Hemos llegado hasta su pequeño poblado después de recorrer un camino que las lluvias de la noche anterior han dejado en muy mal estado. Afortunadamente nos lo advirtieron en el hotel de Macas y nos pusieron en contacto con un hombre que nos ha traído hasta aquí en una camioneta. Lo primero que hace Ayuy es preguntarnos por el número que calzamos. «Para el recorrido que vamos a hacer son imprescindibles unas botas de goma». Tras andar unos pocos de metros por la selva, comprobamos que sin ellas, la botas, nos habría sido muy difícil cruzar algunos de los lodazales que encontramos.

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  Nuestra visita a la esta zona de la Amazonia fue lo que más nos gustó de nuestro viaje, pero este país tiene otros muchos paisajes que no te dejarán indiferente, valles, enormes montañas, volcanes, costas…y todos ellos accesibles mediante unas carreteras que, teniendo en cuenta la orografía del país, son de las mejores que se pueden encontrar por toda sudamérica. E igual que sucede por otras partes, una vez abandonas las ciudades, el tráfico es muy escaso.

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   Ecuador no es un país de grandes distancias, por lo que trazar un recorrido, no resulta excesivamente complicado. Lo que si es importante es no olvidar que por el obligado trazado de sus carreteras, a la hora de conducir hay que tomarse la cosas con calma, y prever que, como sucede en otros lugares, los minutos y las horas pasan más rápido que los kilómetros.

  Nuestro viaje se desarrolla del 6 al 29 de diciembre, en teoría es época seca, pero como en todo el trópico, eso no quiere decir que no haya días en los que llueva con una fuerza e intensidad a las que no estamos acostumbrados.

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  Aprovechamos el día, ya  que hasta mañana no tenemos que retirar la moto, para visitar la capital del país, Quito. En total cuenta con más dos millones y medio de habitantes que viven a 2.850 m. de altitud. Afortunadamente no solemos tener problemas con la altura, y además estos 2 días aquí,  nos servirán de aclimatamiento para lo que nos espera en nuestro viaje. Presume de ser la capital sudamericana que cuenta con la zona colonial más extensa, en 1978 fue por ello declarada patrimonio Cultural de la Humanidad. Desde aquí partió la expedición de Francisco de Orellana , quien iba en busca del tesoro de Atahualpa y acabó descubriendo el Amazonas. Los ecuatorianos presumen con orgullo de esta gesta, quizás a veces con exceso, como queda reflejado en una de las placas conmemorativas que hay en su plaza de armas.

   Nos encontramos con una temperatura no muy elevada, unos 18º, suficiente para no sentir frío. Es domingo y las calles de la parte colonial bullen de gente y actividad, disfrutamos de diversos desfiles y actuaciones de música.  Visitamos varios de los edificios, iglesias, museos, plazas… más emblemáticas. Por la tarde subimos, en teleférico, hasta una loma situada al lado del volcán Pichincha. Estamos a 4.200 m. ahora sí que notamos la disminución de la concentración de oxígeno. Tenemos la mala suerte que a los pocos minutos de alcanzar la cumbre, una densa niebla impide ver nada. Vuelta al telférico y para abajo.

  El lunes, y antes de retirar la moto que utilizaremos en nuestro viaje, tenemos una cita con un español residente en Quito,  que además es paisano nuestro, Benjamín Ramos. Benja es sacerdote, lleva 17 años en Ecuador y es uno de esos héroes anónimos y desconocidos que dedican su vida para que la de los menos favorecidos sea un poco mejor. Pasó sus primeros 16 años en un lugar de la costa, que visitaremos más adelante, Bahía de Caráquez, y desde hace algo más de un año está al frente de la parroquia de uno de los barrios más humildes de Quito, con un nombre familiar para nosotros, La Argelia. Nos cuenta cosas acerca de la vida y la sociedad ecuatoriana, y como siempre nos sucede en casos similares, sus comentarios son de gran ayuda para entender un poco mejor, y hacernos una idea de cómo es el país que vamos a recorrer, cual es la situación de su gente. Nos despedimos de Benja con la promesa de volver a vernos dentro de unos meses en  Alba de Tormes.

   Pocas opciones se encuentran en Ecuador a la hora de alquilar una moto, por suerte quien está al frente de MotoRides Ecuador (www.motorides.ec) es Ramiro Rosales, experto viajero y que conoce perfectamente las necesidades primordiales de quien va a realizar un viaje en moto por Ecuador. Ramiro pone todo su empeño en que nada pueda estropear tu experiencia. Aconseja y recomienda las mejores rutas, lo qué hay que visitar, lo qué hay que hacer y lo que no, y como pudimos comprobar más adelante, ante cualquier contratiempo responde con la mejor celeridad y profesionalidad que te puedas imaginar.

 Conducimos nuestra 800 GS hasta el centro de Quito, donde tenemos nuestro hotel. Generalmente para un europeo el tráfico en las grandes ciudades sudamericanas es un tanto caótico, sus parques automovilísticos han aumentado mucho rápido que sus infraestructuras y Quito no es una excepción. Aunque no nos sorprende,  la experiencia que tenemos tras haber conducido por la mayoría de las capitales sudamericanas es de gran ayuda. Para poner a prueba nuestros nervios, comienza a llover y además es la hora en que la gente deja sus trabajos y regresa a sus hogares, circunstancias que siempre hacen que conducir sea un poco más complicado.

  Una cosa de la que te puedes olvidar en Ecuador es preocuparte por tener que cambiar moneda. Aquí la oficial, y única, es el dólar estadounidense, por lo que puedes traerlos  desde España. A primera hora de la mañana, dejamos nuestro hotel y nos lanzamos de nuevo al tráfico de la ciudad. Ahora algo más fluido que ayer, ya que lo hacemos dentro de la franja horario en que está en vigor la norma conocida como «pico y placa». Al igual que en Bogotá, a ciertas horas del día (pico) sólo está permitida la circulación de los vehículos en los que el último número de la matrícula (placa) termine en determinados dígitos, alternando cada día estos números. Tomamos dirección norte, pero antes de abandonar la ciudad tenemos que realizar una parada obligatoria.

  Para quienes nos gusta recorrer el mundo, en Quito hay un punto, situado al norte de la ciudad,  cuya visita resulta inevitable, es el llamado «Parque de la mitad del Mundo». Allí se encuentra la línea que, imaginariamente, separa el hemisferio norte del sur, el ecuador. Una vez hechas las típicas fotos con un pie en cada hemisferio y similares, ahora sí que ha llegado el momento de abandonar la capital y empezar nuestra ruta.

   Quito está completamente rodeada por grandes montañas, así que tomes la dirección que tomes tendrás que atravesarlas. Como al día siguiente tendremos que regresar a Quito, y con el fin de no repetir la misma ruta, tomamos una carretera secundaria, con poquísimo tráfico, aunque en un estado lamentable, con bastantes desprendimientos y hasta con algunos tramos de tierra, ¡vaya con las excelentes carreteras ecuatorianas!. Por suerte ésta no será la tónica habitual del viaje…

  Nuestra primera parada es el pueblo de Otavalo, famoso por el mercado de artesanía indígena, cuyo día grande es el jueves. Es el más importante de Ecuador y junto con el de Pisac (Perú) que ya visitamos en su día, de los más famosos en toda sudamérica. Aparcamos en su plaza y aprovechamos para comer y hablar con la gente. Al decir que pensamos subir hasta Ibarra nos aconsejan que antes nos desviemos para ir hasta la laguna del volcán Cotacachi, que se encuentra en su cima. Como tenemos tiempo suficiente, hacemos caso de la recomendación. Dormimos en Ibarra, ciudad universitaria, aunque nos parece que su aspecto y ambiente poco tienen que ver con lo que en Europa entendemos por «ciudad universitaria».

   Regresamos a Quito, intentamos cruzarlo por alguna circunvalación pero no es sencillo. Las señales son escasas, no muy precisas,  e incluso siguiendo las indicaciones del GPS cometo algunos errores, difíciles de rectificar ya que el tráfico es agobiante. En una parada para repostar tenemos una vista elevada de parte de la ciudad, precisamente del barrio donde nuestro amigo Benja lleva a cabo su labor.

   Ahora ya estamos en la autopista 35 que nos llevará hacia el sur, conducimos por lo que se conoce como la avenida de los volcanes. El cielo está despejado y la imponente silueta del volcán Cotopaxi aparece frente a nosotros. Con sus 5.897 m es el segundo más elevado del país, solamente superado por el Chimborazo. En un control del ejército ordenan detenernos, nos preguntan si llevamos armas de fuego. No contentos con nuestra respuesta negativa, o para cumplir las apariencias, nos hacen abrir las maletas para realizar una inspección. Nos tratan con amabilidad, aunque no son tan simpáticos como sus colegas colombianos, normal por otra parte. Pero al poco empiezan a preguntarnos sobre nuestro viaje y acerca de la moto. Una vez que ya tenemos algo más de confianza, acceden a que nos hagamos unas fotografías.

   Dejamos a un lado el desvío a la laguna Latacunga, como la del Cotacachi también se encuentra en el cono de un volcán. Aunque es muy famosa, imaginamos que será similar a la que vimos ayer y además queremos llegar a nuestro destino de hoy, Baños de Agua Santa, antes que anochezca.

  En Ambato se toma el desvío hacia Baños, situado a unos 40 km  de la E-35. El camino para llegar hasta allí es muy espectacular, con un trazado que se retuerce una y otra vez entre las montañas, pero con un buen asfalto. Junto a Baños está otro imponente volcán, y además muy activo, es el  Tungurahua. Más de una vez sus erupciones han destruido parcialmente el pueblo. la última ocasión en que sus habitantes tuvieron que ser evacuados fue en 2010, aunque prácticamente todos los años tiene alguna erupción. Aquí estaremos 2 días, hay mucho que ver y mucha naturaleza que recorrer.

    En la carretera que lleva hacia el este, dirección Puyo, hay muchos lugares para practicar canopy. Como hace mucho viento, preferimos usar una tarabita, que es como una tirolina pero en la que cruzas los desfiladeros dentro de una cesta metálica sostenida de unos cables de acero, movidos por un motor. A mitad de trayecto aquello deja de moverse…Allí nos encontramos colgados a una buen cantidad de metros del suelo. ¿Qué pasa aquí?¿y ahora qué?. Hacemos señas con los brazos a la cabina donde está el chaval que maneja el motor, como si nada…Inevitablemente pensamos que ha sido un error subirnos en este artefacto. Hasta pasado un buen rato la tarabita no vuelve a moverse.  A nuestro regreso el encargado se disculpa diciendo que se fue a guardar las gallinas, mientras se acabó el gasoil del motor y entre unas cosas y otras ese fue el motivo por el que estuvimos aquel tiempo colgados en medio del barranco…De la experiencia hemos sacado conclusiones, una vez y ninguna más.

   Otra de las atracciones de la zona es un lugar llamado la cascada del diablo. Una espectacular catarata a la que se accede recorriendo durante más de media hora un abrupto sendero, pero el entorno y la catarata en sí, merecen ese pequeño esfuerzo. Después de visitarla, entendemos porqué es uno de los lugares más atractivos del país.

Siguiente destino Riobamba. Ramiro nos anotó que para llegar a ella no utilizáramos la autopista y que en Ambato tomáramos una ruta conocida como «carretera de Flores»…

 

 

 

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