La moto y su entorno
Decidimos alquilar con www.elephantmoto.com porque son los únicos que en Bogotá tienen BMW equipadas con maletas y top case. Aunque por ahora sólo en los modelos 1200 GS, también tienen las 800 pero sin esa equipación. Por ello y por otras causas, a diferencia de otras ocasiones, este viaje decidimos hacerlo en una sola moto. Cuando los hemos hecho en dos, siempre ha sido con las 650 o los últimos años con las 700 GS. Son más ligeras, puedes llevar el mismo equipaje que en motos más grandes, por dónde te lleven las grandes, también te van a llevar éstas y por supuesto son más baratas de alquilar. Además para un viaje por países desconocidos, Conchi se siente más segura conduciendo una moto que sea más ligera. Yo también, y por mi había preferido llevar una 800 GS, como en Tailandia, pero por el tema de las maletas, ésta era la única opción que nos interesaba.
Los trámites fueron vía mail y rápidamente, con buena disposición por ambas partes, alcanzamos un acuerdo en el precio. Cuando llegamos a recogerla, la moto estaba tal y como habíamos acordado, incluida la pequeña bolsa sobredepósito que había pedido. Por ahora todo correcto y muy profesional, ninguna queja. Quien no estaba era Mauricio Escobar, propietario de la empresa, y tanto él como nosotros los sentimos, ya que teníamos un especial interés en conocernos personalmente. Pero ya me había avisado que un asunto de última hora se lo impediría, y sería su compañero Felipe Rojas quien se encargaría de la entrega. Rápidamente resolvimos todo el papeleo, amablemente Felipe nos dio una serie de consejos referentes a la conducción en Colombia, y así nos hicimos cargo de la que durante los próximos 18 días sería nuestra compañera.
El modelo era el de 2016, con un aspecto impecable, unos 19.000 km en su marcador y equipada con una serie de sistemas que, quizás a alguno le pueda extrañar, pero yo ni sabía que ahora tienen las 1200. Tengo que decir que de entrada algunas me perecieron una tontería, será que soy de “la vieja escuela”. El sistema electrónico de ajuste de suspensiones ya lo conocía, pero ni idea de que desde un botón puedes seleccionar diferentes modos de conducción según el terreno por el que vayas, o que, excepto con la primera velocidad, el resto de marchas puedes engranarlas sin necesidad de apretar la maneta del embrague. Aunque esto tampoco era nuevo para mí, hace muchos años, cuando en la Ossa Super Pioneer o en la Bultaco Frontera se rompía el cable del embrague, ya me las arreglaba para cambiar de marcha de ese modo…
Una cosa que también desconocía que tuviera esta moto, pero que sí me gustó mucho, lo de “la llave inteligente”, como en los coches. Aunque en alguno casos, en estos no llega a ser tan práctico como en una moto. Lo de subirte a ella, o bajarte, y no tener que andar preocupado de la llave, sí que me pareció cómodo y seguro. Debía tener más cosas, pero si no las recuerdo será porque no llegué a utilizarlas.
En Colombia es obligatorio que, en la parte trasera de los cascos de quienes viajen en esa moto, figure la matrícula de la misma. Y Felipe ya nos tenía preparados unos adhesivos con la matrícula de la GS para poner en nuestros cascos. También es obligatorio que entre las 6 p.m y las 6 a.m (horas sin luz natural) quienes viajen en moto lleven puesto un chaleco reflectante.
Una vez con todo en orden, incluida la instalación de mi viejo, pero resistente, GPS, nos despedimos de Felipe y a correr…Esto último es un decir, Bogotá nos esperaba, como dicen allí, con sus «trancones» (atascos) de última hora de la tarde. No era la primera vez que viajaba con una 1200 GS, pero o yo he perdido fuerzas (puede ser) o noté la moto más pesada de lo que esperaba, y eso que por aquí yo uso una 1200 RT. Quizás fuera que a la hora de manejarla en parado, se unía lo pesado de nuestro equipaje, distribuido en las 3 maletas, junto con la altura de la moto. Estoy seguro que la Adventure que llevé en el 2007 por Australia si que era más baja, y además en aquella viajaba yo solo y entonces el equipaje iba repartido entre mi moto y la que llevaba Conchi. Vale, pesada o no, alta o no, es lo mismo, es con la que hay que viajar por Colombia y ya está. Basta ya de moto y vamos a ver por dónde vamos a tener que movernos con ella.
Bogotá tiene más de 8 millones de habitantes y unas infraestructuras que serían válidas para la circulación de hace 20 años, pero que hoy en día son insuficientes. Hay en proyecto construir el metro, pero es sólo eso, un proyecto. No hay grandes rascacielos, y muchos de sus edificios son de una o dos plantas, con lo que la ciudad se extiende sobre una gran superficie. De sur a norte tiene casi 40 km de longitud, y de anchura unos 16. Circular por Bogotá es un martirio y una buena prueba para los nervios. No es el caos circulatorio que encuentras en El Cairo, pero aquí la circulación es lenta, muy lenta…lentísima. Y además, con las maletas puestas, la anchura que presentaba la GS era exagerada para este tráfico, lo de andar «serpenteando» entra las largas hileras de coches, no me pareció buena idea. Como es normal, las pequeñas motos se colaban por todas partes, y mientras, nosotros allí parados como si fuéramos en «carro». El día que volvimos a entregar la moto, tardamos más de 2 horas desde que entramos a Bogotá, hasta que llegamos al punto de entrega, y eso que ni mucho menos estaba en la otra punta de la ciudad.
Y al no tener una carretera que haga de circunvalación (sólo una especie de autopista central, pero que la ciudad ha engullido y ya es sólo una avenida más) todo el tráfico pasa por el centro, incluidos los grandes camiones. Al menos estos hacen una buena labor a la ciudad, ya que algunos aprovechan su parte posterior como transporte público.
Para intentar reducir en alguna medida los «trancones» hace tiempo que impusieron, tanto en Bogotá como en otras ciudades, una ley llamada «pico y placa». El «pico» se refiere a las horas pico, las puntas, y la placa, claro está, a la matrícula del vehículo. De este modo según sea el día, par o impar, en ciertas zonas de la ciudad sólo pueden circular los vehículos cuyas matrículas terminen en número par o impar, afecta tanto particulares, como autobuses e incluso a las motos de 2 tiempos. La norma tiene más condicionantes, pero como las motos de 4 tiempos están libres de cumplir el «pico y placa», tampoco me entretuve en informarme mucho más acerca de ella.
Al igual que ocurre en muchas zonas de Sudamérica, en Colombia también hay un elevado número de motos. En las ciudades por su mayor agilidad y en las zonas rurales por ser más económicas que un coche. Aunque al cruzarse dos motos en la carretera, no hay la costumbre de saludarse, si es verdad que en la capital hay cierta conciencia motera. Andrés, uno de los hijos de nuestro amigo el señor Oscar E. Arandia, que es gran aficionado a las motos, nos contó una de las actividades que llevan a cabo los distintos grupos de moteros de Bogotá. A veces hacen unas especies de «quedadas» y allí se distribuyen por diferentes zonas de la ciudad para ir a «pintar huecos». Sí, nosotros también le preguntamos lo mismo que tú te estás preguntando ahora. «Pintar huecos» es hacer, con un spray de pintura fluorescente, un círculo alrededor de los sitios peligrosos que te puedes encontrar cuando vas en moto, tales como grandes baches, alcantarillas sin tapa (doy fe de que existen varias), zanjas…etc.
De los años duros de aquellas terribles guerras entre los cárteles de la droga, y como consecuencia de la gran cantidad de asesinatos que se cometieron disparando desde una moto, ha quedado una norma que afecta al tráfico y que con ella intentan también disminuir el elevado número de atracos. En determinadas zonas de algunas ciudades sigue vigente la prohibición, que entonces fue cuando entró en vigor, que se refiere a que en el asiento posterior de las motos no puede viajar un «parrillero». Aquí el pasajero o acompañante es llamado “parrillero”. Por lo que, o yo estoy equivocado, o la norma no afecta a las mujeres. Por lo tanto, y según mi interpretación, si que puedes llevar a una “parrillera”, independientemente de si ella lleva un arma o no…
Referente al urbanismo sí que hubo una cosa que me gustó mucho, no sólo en Bogotá, si no también en todas las ciudades y pueblos. Las calles no están dedicadas a personas, lugares…su nombre es un número. Unas se llaman «calles», las que van de este a oeste, y otras «carreras», las que van de sur a norte. Así es muy fácil orientarse, al GPS le echas de vez en cuando un vistazo sólo para asegurarte de que vas bien, y siempre sabes cuantas calles faltan para tu destino. Lo malo es que a veces se complica con otras llamadas diagonales, transversales…y que también puede haber calles con el mismo número pero seguido de una letra, calle 72, calle 72 a, 72 b…aunque en este caso siempre están juntas. También el nombre de los parques o centros comerciales generalmente corresponde al número de la calle donde están. Por ejemplo, una dirección que fuera «Calle 72#21 100», correspondería a la calle 72, cruce con carrera 21 y el número del edificio sería el 100. Con un plano delante, o si te fijas en las placas (aunque para ello hay que tener «el ojo de halcón») moverte es facilísimo. Al principio puede parecer algo confuso, pero una vez te acostumbras, luego te parece una método muy sencillo y práctico.
Hay gente que cuando conducen fuera de Europa, y más si es la primera vez, uno de sus problemas suele ser que las carreteras, y el tráfico, no son siempre como los de por aquí. Pero lo único que se puede hacer, es simplemente adaptarse a lo que te encuentras. Colombia no es una excepción. Hay carreteras mejores y peores, generalmente ni siquiera en la principales vías vas a encontrar arcén, señalización, un asfalto impecable o un trazado cómodo. Incluso, según la ruta que quieras hacer, encontrarás que para llegar a determinadas poblaciones o utilizas una carretera ·”destapada”, lo que en otros lugares de Sudamérica se conoce como ripio, trocha… y que en España llamamos pista, camino…o tendrás que dar un rodeo considerable.
También hay algunas autopistas, pero suelen ser más numerosas en la zona norte, donde el terreno facilita más su construcción. Pero en general, y teniendo en cuenta la orografía, el clima y las de otros países por los que hemos viajado, a nosotros nos parecieron que están en un estado aceptable. Al fin y al cabo no son tan diferentes de las que por las que viajábamos en España hace 40 años (sí, ya lo sé, tú quizás ni habías nacido). ¡A veces nos parece que aquí siempre hemos tenido autopistas, autovías, circunvalaciones… !. De la mitad del país hacia el sur, las rutas tienen tantas curvas cómo en el norte de Tailandia, y en algunos momentos ya llega a cansar tanto frena, acelera, frena…Aunque todo queda compensado por los espectaculares lugares por donde discurren. Y por descontado, que aunque no eran muy numerosos, ni largos, pero también encontramos algunos tramos en obras.
Solamente las vimos un grave inconveniente y al tiempo un peligro, la inmensa cantidad de grandes camiones, generalmente con exceso de años y de kilómetros, que circulan por ellas. Para nosotros Brasil era el número uno en esto de camiones en la carretera, pero Colombia le ha arrebatado el puesto. También en las zonas rurales es habitual encontrar a los típicos y coloridos autobuses llamados «chivas», decorados con todo tipo de dibujos y frases. Como por aquí las carreteras son más estrechas, cuando encontrábamos alguna «chiva», a veces adelantarla era algo más complicado. Y , como ocurre en otros muchos países, más te vale ir muy atento mientras conduces y no despistarte, ya que puedes encontrarte con todo tipo de situaciones, como un repostaje en plena carretera, o vehículos transportando cualquier cosa.
Con el trazado que tienen la mayoría de las rutas, es normal que la relación entre los conductores de los camiones y los de las motos a veces presente ciertas tiranteces, y no sea siempre muy amistosa…
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