Atrás dejamos la ciudad de Mae Sai  y tomamos una  carretera secundaria. Al poco de comenzar a circular por ella  hemos encontrado  una barrera y un puesto de control vigilado por el ejército. Me temo que, como mínimo, esto nos va a suponer parar, enseñar documentaciones y dar entre otras explicaciones, por qué nos empeñamos en ir por esta carretera existiendo otra con un trazado más nuevo, lógico y sencillo. Temiendo lo peor aflojo el acelerador. Pero sorprendentemente un militar se acerca a la barrera, la levanta y con una sonrisa  hace un gesto para que continuemos. Menos mal,  desde hace 4 ó 5 días que recogí la moto, viajo sin mi pasaporte… No tengo tiempo para pensar en la suerte que acabamos de tener con los militares, la carretera requiere toda mi atención. Una curva, otra, otra, cuestas trazadas por un loco…Justo antes del final de una de esas pendientes, que a simple vista y sin necesidad de ninguna señal  que lo indique, debe tener un desnivel bastante por encima del 20%, la carretera se divide en dos.  «Ya estamos. ¿Y ahora? ¿Izquierda o derecha?». Aprieto los frenos, el embrague, apoyo mi pié izquierdo en el asfalto, y nos detenemos para decidir qué dirección tomar. De repente noto una sensación extraña, como si alguien tirara desde detrás de la moto…Oigo  exclamar a  Conchi:

– ¡¡ Eh, que nos estamos yendo para atrás !!

«¡ Joder! es verdad ¿ Cómo es posible? «. Aprieto la maneta y el pedal con más fuerza, aunque ya estaban a haciendo tope. Las ruedas están frenadas pero la pendiente es tal que lentamente nos estamos yendo carretera abajo….Rápidamente acelero, hago patinar el embrague y volvemos a avanzar….Algunas veces, circulando por el campo, te empeñas en subir cuestas imposibles y se te presentan  situaciones similares, pero en una carretera asfaltada es la primera vez que me ocurre algo así.

Mae Sai se encuentra en el norte de Tailandia y presenta el aspecto de la mayoría de las ciudades fronterizas. Llegas y sólo encuentras una larga avenida de unos 2-3 kmde longitud, repleta a un lado y a otro de almacenes y tiendas, con una frenética actividad. Al final de la avenida,  si no te fijas un poco, te encuentras metido de lleno en la aduana para cruzar a Myanmar, pero nuestra ruta no pasa por ese país. A la salida de Mae Sai, casi oculta por los árboles, vi la entrada a esta carretera. La vegetación es tan tupida que forma un arco sobre ella.  Según mi mapa es la nº 1149, figura en color amarillo, lo que ya indica que quizás sea mejor continuar por la principal. Pero recuerdo, cuando preparaba nuestro itinerario, haber leído  que es una antigua pista que hasta hace pocos años usaban los contrabandistas y los traficantes de opio, y que a lo largo de sus 50 km se retuerce una y otra vez entre las montañas que separan a los dos países, Myanmar y Tailandia. Hace poco que la han asfaltado, y si vienes por aquí, y tienes tiempo, que no se te pase por alto, merece la pena conducir por ella. Seguramente  encontrarás los desniveles más impresionantes que has visto nunca, y si la mañana presenta algo de bruma disfrutarás de unos paisajes casi  irreales. Pero recuerda, no pares nunca en mitad de una de sus cuestas.

Sin duda la carretera 1149 es la que presenta los desniveles más brutales, y está repleta de curvas, pero no es la que más tiene, no. Ese honor queda reservado para la conocida como «Mae Hong Son Loop», situada en el noroeste del país. Discurre entre montañas, cascadas, lagos, bosques, pequeñas aldeas habitadas por las tribus de las montañas, un mosaico  de chinos, tibetanos, birmanos, tailandeses… Dicen de ella que es la carretera de más longitud del mundo que presenta el mayor número de curvas por kilómetro. Sea o no verdad, y después de haber recorrido otras muchas de este tipo, lo cierto es que no seré yo quien lo ponga en duda. Oficialmente en sus primeros 220 km, tiene 1.864 curvas ( si es que hay alguien que se haya entretenido en contarlas), que ya son curvas. Pero es que partiendo de Chiang Mai, subiendo a Mae Hong Son por Khun Yuam y regresando de nuevo a Chian Mai, esta vez pasando por Pai, que es el circuito completo, los números son de ¡¡ 3.870 curvas en450 km!!.

Quizás así estás cifras no te dicen mucho, pero piensa que vas a encontrarte con casi 9 curvas por kilómetro (el mítico Stelvio tiene unas 2/km) o si lo prefieres ¡¡ cada 80 m tienes una curva…!!. Las hay de todo tipo, en subida, en bajada, abiertas, cerradas, muy cerradas…más cerradas todavía. Con grandes desniveles en el centro de la misma y con unos peraltes que yo nunca había visto en una carretera abierta al tráfico. Después de todo esto ya puedes imaginar que durante mucho tiempo vas a estar circulando en primera y segunda, y habrá muchos kilómetros en los que no tendrás tiempo ocasión de cambiar de marcha. Te acercas a una curva, frenas, reduces, al final es tan lenta que la tienes que negociar en primera. Tomas la curva, aceleras y cuando ya estás a punto de meter segunda, llegas a otra, toca frenar y empezar de nuevo. ¿Qué significa esto? que la velocidad media, añadiendo las inevitables paradas, va a ser ridículamente baja, muy baja, tanto que no tuve interés  en conocer la nuestra.

Además, si quieres hacer algo más que tomar curvas, tienes que dedicar varios días a su recorrido (mínimo 3-4)  ya que a lo largo de la «Mae Hong Son Loop» hay muchos lugares que merecen una visita. Pero a quién le importa lo que se tarda cuando vas a poder disfrutar de unos lugares y de una experiencia maravillosa. Aunque te aseguro que llegará el momento en que suspires por una recta, aunque no sea muy larga.

 

Tailandia y sus cosas…

A las pocas horas de haber llegado a este país  varios detalles llamaron nuestra atención, vamos con ellos.

Como en otros lugares del mundo los scooters han significado una revolución social y económica. El transporte de personas y productos a pequeña escala, hace años que pasó de realizarse  con animales a hacerlo  en bicicletas y de éstas a las pequeñas motos, reduciendo así distancias y tiempo. Una de las zonas donde esto es más visible es en todo el sudeste asiático, y en Tailandia en particular. La moto se utiliza para todo, para transportar  pequeños productos pero también cosas más voluminosas y pesadas. Las madres la usan para llevar y recoger a sus hijos (y a los de la vecina si es necesario) de la escuela, los agricultores para acarrear sus productos a los puntos de venta, los almacenistas para sacar y meter las mercancías por las estrechos callejones que llevan a los mercados, incluso hay negocios, como los puestos ambulantes de comida y bebida, que literalmente son  adosados a un scooter. Y además son conducidos, en la misma proporción, tanto por hombres como por mujeres

La primera vez que veas a una mujer llevando a dos, tres, o incluso cuatro niños pequeños en la moto inevitablemente girarás la cabeza. Pero esta escena pronto te resultará tan habitual como que aquí casi nadie use el casco, o que quien lo usa, al aparcar la moto, lo deje despreocupadamente colgando del manillar sin el menor temor a que se lo roben. Hay motos a miles, todas de marcas japonesas, coreanas o chinas. Las tiendas son enormes, en cualquiera de ellas, de cualquier pequeña ciudad, tienen más motos para la venta que en todas las tiendas de Salamanca juntas, señal de que se venden casi tanto como cualquier producto de primera necesidad.

En las guías de viaje de Tailandia comentan  que una forma económica de recorrer pequeñas distancias es alquilando un scooter, aunque algunas suelen ser reacias a la hora de recomendárselo a los occidentales. Según ellas, conducir por aquí es peligroso y todos los años decenas de turistas sufren accidentes de mayor o menor gravedad. Y aunque en muchas ocasiones las recomendaciones de las guías hay que tomarlas “con pinzas”, en esta ocasión tienen algo de razón. Para un occidental que no esté acostumbrado a conducir un scooter, quizás éste no sea el mejor lugar para iniciarse. Pero la mezcla de su bajo precio de alquiler (unos 4-6 euros/día), la cantidad de ellos que hay, el buen tiempo, la libertad que representan…para cualquier joven extranjero resulta una tentación muy grande. Pero hacerlo en las condiciones que vimos, muchos en pantalón corto, con chanclas, cargados con una enorme mochila, sin saber si ese botón que tienen delante de las narices es para los intermitentes, la bocina o para qué,  haciendo “el tonto”  con los colegas por medio de la carretera…es ir pidiendo a gritos tener un accidente. No vimos ninguna situación de peligro en los otros conductores locales. Nadie se cayó de la moto delante de nosotros, ni se chocó, y, por imposible que parezca, no vimos a ninguna madre a la que se la cayera un niño en marcha, y los había que iban  delante, agarrados al manillar,  y seguro que todavía estaban aprendiendo a andar. Los únicos sustos que tuvimos  vinieron por parte de conductores “no locales”, si, esos que parecen querer que su nombre figure en la lista anual de extranjeros accidentados en moto.

Otro vehículo que en las ciudades se encuentra por centenares, son los que aquí se les conoce  con el nombre de “Tuc-tuc”. Los que ya tenemos algunos años, cuando todavía circulaban por España, recordamos que los llamábamos “moto-carros”. Vehículos carrozados de tres ruedas  con motor y mandos de moto.  Sustituyen a los tradicionales taxis,  y resultan el método más barato y rápido para desplazarte dentro de las ciudades.

Pero si vas a conducir por Tailandia es mejor que te habitúes cuanto antes a ciertas particularidades que en España pondrían los pelos de punta. Si una madre va a la escuela a buscar  a su hijo  y tiene más de uno en edad escolar, o la vecina la ha encargado que recoja también alguno suyo ¿qué va a hacer? ¿echar más de un viaje pudiendo llevarlos a todos en uno solo?. O cuándo por  las carreteras de las montañas tomas una curva y te encuentras en medio de ella a un vehículo incorporándose a la misma ¿qué haces? pues ir más atento y frenar (si te da tiempo, claro). Viajando por las autopistas, que hay muchas más de las que te puedas imaginar, es habitual encontrar coches, motos, camionetas… pero circulando en sentido contrario al tuyo. Espera, no pongas todavía el “grito en el cielo”, que son prudentes y lo hacen por el arcén. Si el próximo cambio de sentido se encuentra a 3-4 kmde distancia y ese vehículo sólo va a circular  en dirección contraria unos centenares de metros, o a lo sumo algún kilómetro así, y nadie le va a recriminar, ni multar ¿qué va a hacer su conductor?. Pues lo más sencillo, cómodo y rápido…circular por el arcén, con un poco de cuidado eso sí. Y  supongo que casi nunca pasará nada…

Normalmente,  en viajes de este tipo, siempre es recomendable llevar en la moto algo de bebida y comida. Nunca sabes si a lo largo del día y la ruta  las encontrarás fácilmente, pero en este viaje sólo tomamos esa precaución el primer día. Y ésta es otra cosa que nos resultó llamativa. Por todas partes  y a todas horas encontrarás decenas y decenas de puestos en los que venden comida, no me refiero solamente a comida fría, hablo de comida caliente  que te preparan al momento. Viajes por dónde viajes, incluso cuando la carretera cruza pueblos realmente  pequeños, encontrarás muchos de estos puestos. Comer en ellos es muy barato, normalmente nos costaba entre 3 y 6 euros para los dos, incluyendo las bebidas. Pero no pienses que los viajeros  son sus principales clientes, a cualquier hora del día están llenos de tailandeses. Unos comen allí mismo, pero hay muchos que se acercan a comprar la comida familiar  y llevársela. Conclusión que sacamos, “aquí prácticamente nadie cocina en su casa”.

Evidentemente el menú es  asiático, muy variado sí, pero asiático. Luego si eres un poco “tiquis-miquis”, con la comida no vas a disfrutar mucho. Y menos si en algunos puestos te empeñas en mirar como te la preparan o en examinar, con los estándares europeos, los utensilios, el entorno…etc. Un consejo, acostúmbrate a las variadas sopas de “noodels” (la pasta hecha con harina de arroz), el pollo picante, el arroz en mil formas diferentes, las costillas de cerdo, el Pad Tai con gambas o con cualquier otra cosa de las muchas con las que acompañan este popular plato. Aprende a manejar los palillos, olvídate del pan y a disfrutar. Ah, y si quieres probar los más variados “bichitos” fritos, también es buena ocasión, aunque por lo que vimos eran más solicitados por los extranjeros que por los propios tailandeses.

  ¿Sabes quién es  Bhumibol Adulyade?.  No, ¿verdad?  yo tampoco lo sabía,  pero seguro que  si te doy algunas pistas, lo vas a acertar. Su  retrato aparece por toda Tailandia. Le  verás  a la entrada de los templos, en grandes carteles junto a la carretera, coronando los arcos de acceso a pueblos y ciudades, en las tiendas, en los edificios públicos… Exacto, es el rey de Tailandia, también conocido como Rama IX. Está por todas partes  y pronto te acostumbras a sus diferentes poses. Con una cámara fotográfica (dicen que su gran pasión) en la mano, montando a caballo, posando con la familia, en ropa de sport, en traje de gala… Para mi la favorita es una en la que está con cara pensativa y el dedo índice de la mano derecha ligeramente levantado, como diciendo:  “Hey, tailandeses, acabo de tener una gran idea”…Vayas dónde vayas, pares dónde pares, tendrás la impresión de que siempre te estará mirando… Ah! Y aunque no creo que esto lo lea la casa real tailandesa,  todo lo anterior está “dicho desde el respeto”, ya que  las penas por burlas, agravios, menosprecios y demás ofensas hacia la figura de Rama IX son muy severas.

Pero los miles de scooters, los “tuc-tus”, los puestos de comida o las gigantescas fotografías del rey no es lo único que nos sorprendió, hay más cosas. La presencia de la religión por todas partes, cientos de coloridos y cuidados templos budistas, los monjes con su cabeza rapada y sus túnicas anaranjadas, el respeto de la gente a todos los elementos relacionados con el budismo, las marañas de cables del tendido eléctrico colgando por todas partes  que sorprendentemente no provocan continuos incendios, ni cortes de electricidad, ni nada parecido…

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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