FECHA: Junio 2001
DURACIÓN: 8 días
KM: 2.700
VEHÍCULO: BMW R 1100 RT

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Quizás este viaje no merecería figurar en nuestro historial, no por tener un mal recuerdo, ser una mala experiencia o algo parecido, solamente porqué más que un viaje fue un rápida visita al norte de Marruecos.

Para este año teníamos previsto ir a Grecia, todo preparado, itinerario y barco incluidos, pero a última hora un problema con los días que disponíamos para hacerlo nos hizo desistir y cambiarlo por volver a visitar a nuestro vecino del sur, Marruecos.

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Como en otras ocasiones, el pintado y repintado ferry Iben Batuta nos llevó hasta la ciudad de Tánger. Nada más dejarla atrás empezamos a ver los cambios en el país, una autopista nos llevaría hasta Rabat, había sido construida pensando más en los emigrantes que cada verano vuelven al Marruecos que en los que pasan allí todo el año. Es de peaje y aunque para nosotros no era cara, estaba fuera de las posibilidades de la mayoría de los marroquíes, por lo que prácticamente no circulaba nadie por ella. Para el aldeano, a quién la autopista había cortado el camino por el que llevaba las cabras de un pasto a otro, que le hubieran puesto en medio la carretera y una valla no le había hecho ninguna gracia, en varios lugares la valla se encontraba cortada y te podías encontrar un rebaño cruzando la autopista…

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A pesar de viajar cerca de la costa el calor era asfixiante, por lo menos para nosotros, por lo que enseguida tuvimos que parar, quitarnos la «ropa de moto», y viajar como hace años, es decir en vaqueros y camiseta.

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Al atardecer llegamos a Rabat y fuimos hacia la zona de Salé, la llamada playa de Rabat, chalets y hoteles se habían multiplicado por todas partes. Nos quedamos en uno junto al mar, estaba bastante bien y nos sorprendió que por la fecha (primeros de Junio) hubiera tanta gente en el hall de un lado para otro, luego nos enteramos que es que estaban rodando una película.

Antes de tomar la carretera hacia Meknes hicimos una rápida visita a Rabat, las murallas, la torre Hassan, el mausoleo…seguían en su sitio, en las calles seguían conviviendo los viejos Peugeot 504 con los carros tirados por mulas, pero ya se veían también muchos de los últimos modelos de coches que se veían en España, era evidente que «el viejo moro» (Marruecos) estaba cambiando.

A la entrada de Meknes se volvió a repetir la misma escena que hace años nos sucedía al llegar a una gran ciudad de este país, media docena de jóvenes montados en sus ciclomotores nos hacían de escolta.

«Holaaaa, españoles, amigos, buen moto ¿eh? ¿tu buscar un buen hotel? No caro y con garaje por la moto, ¿se bien la BMW? ¿muchos días para ser a Meknes?

Hasta que los menos insistentes van dejando escapar «la pieza» y se quedan sólo los más preparados.

«Cuidado con gente que os dicen, yo llevar a buen hotel, es mentira, hoteles buenos no dan dinero a ellos, sólo hoteles no buenos, sin garaje por la moto. Si tú quieres yo conozco buen hotel, piscina, garaje y no muy caro. Es cerca. Yo ayudar no por dinero, es sólo por practicar el idioma»

Al final encuentras un hotel decente, que está bien situado, con garaje y piscina y si todavía te ha seguido alguno de los de las «mobylettes» (que seguro que sí), intentará quitarte la idea de alojarte allí con un «no amigo, este hotel muy caro, un poco alante otro igual pero más barato ¿quieres que te diga ónde? Es muy cerca aquí»

Ya casi habíamos olvidado el bullicio de las medinas, sus olores, la gente que va y viene por sus callejuelas, los vendedores que buscan mil excusas para que entres en sus tiendas e intentan venderte una alfombra «casi voladora», y como no, a nuestros viejos amigos, los guardianes de los aparcamientos y a los guías.

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Al salir de la medina e ir a dónde habíamos aparcado la moto, a pesar de los cientos de ciclomotores que la habían ido rodeándo, enseguida vimos dónde estaba. El guardián se había tomado tan en serio su trabajo que estaba sentado encima de ella, al ver que aquello no nos había hecho mucha gracia, y pensando que los dirhams prometidos podían volar, rápidamente se bajó, y mientras pasaba una esquina de su bata azul por el asiento se justificó chapurreando español «es para niños no tocar la moto…»

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Las ruinas de Volúbilis, ciudad romana de los siglos II y III, eran de las pocas cosas interesantes que nos faltaban por ver en la zona. Para ser ruinas romanas, y en Marruecos, están bastante bien conservadas, bueno, quiero decir que el lugar en que se encuentran está limpio, arreglado, es fácil llegar con la moto…En el camino entramos también a ver el santuario de Mouley Idris, lugar sagrado para los musulmanes, donde se encuentra la tumba de este santo y al que los «infieles» no podemos entrar, pero que desde la terraza del restaurante que está al lado la puedes ver mientras te tomas algún refresco (¿o una cerveza? No que estamos en un lugar sagrado, esa luego, por la noche, en el hotel).

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Vamos rápido que se nos acaban los días. En Fez hay varios hoteles muy buenos (y caros) pero para pocos días de viaje no era cuestión de escatimar, vamos al hotel «Les Merinides» que tiene unas vistas espectaculares sobre toda la ciudad, y en especial de la medina. Nos costaría unas 20.000 pts (año 2001) la habitación doble, pero (como veremos más adelante) afortunadamente está completo.

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Encontramos el hotel Volúbilis, no tan lujoso, pero excelente para pasar una noche, y por la mitad de precio.

-Les invitan a una botella de vino- nos dijo el camarero del restaurante del hotel.

-¿A nosotros? ¿quién?.

-El señor de aquella mesa- respondió

Cuando en un país musulmán alguien te invita a alcohol, o es extranjero o es uno del país y con dinero. En este caso era un español que nos había visto llegar en la moto y quería conocernos. Se llamaba Félix y estaba en viaje de negocios, quedamos en salir a tomar una cerveza por la noche, después de cenar.

Para ir a la medina decidimos dejar la moto en el hotel y llamar a un taxi, cargar toda la tarde con los cascos es un coñazo. Viendo conducir a nuestro taxista uno se da cuenta del peligro que corre circulando en moto por esta y otras ciudades de Marruecos, frenazos, acelerones, intermitentes que no se ponen nunca, bocinazos…hasta que pasó lo que tenía que pasar, el Fiat Regata que iba delante de nosotros frenó en seco y nuestro taxista, literalmente, se lo tragó. Aparte del susto, no nos pasó nada a ninguno, y como la discusión por señalar a un culpable iba a ser larga, decidimos seguir a pié hasta la medina.

La famosa, y apestosa, zona de los tintoreros de cuero la teníamos pendiente de otras visitas y fue a la que dedicamos más tiempo. El guía te lleva a una tienda que está en un piso alto de algún edificio de los que rodean los pozos con el tinte, y a cambio de una pequeña compra, te permiten verlos desde arriba. Como es la estampa más famosa de la medina no puedes marcharte sin verla.

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Tal y como habíamos quedado, a las nueve de la noche, ya estaba nuestro compatriota Félix esperándonos para llevarnos en su coche a «tomar una cerveza».

Primero fuimos a la terraza de Les Merinides, la vista de la medina de noche es todavía más llamativa que de día, miles de mortecinas luces encendidas. A las 11, y después de varias cervezas, ya éramos como viejos amigos que se encuentran después de muchos años. Las calles estaban vacías, pero dentro de los locales conocíamos otra forma de vivir en Fez. Félix se conocía todos los lugares de moda de la ciudad, y en muchos a él también, incluso le tenían cervezas frías preparadas, bares de hoteles, discotecas, terrazas…sabía que tipo de gente se juntaba en cada una de ellas y nos contó muchas historias sobre la noche de Fez, bueno también sobre la vida diaria, de cómo había cambiado la sociedad en los últimos años, la forma de hacer negocios…Casi a las 3 de la madrugada, y después de «no sé cuantas» cervezas, acabamos en la terraza del Sheraton (cercano a nuestro hotel) dónde ya iban a cerrar, pero por ir acompañados de quién íbamos nos dejaron pasar a «tomar la última». Sentados junto a la piscina quedamos en repetir la salida, pero la próxima vez en España… todavía está pendiente.

Por la mañana (y con pocas ganas de coger la moto) dejamos la ciudad. Pasamos por Tetuán, envuelta en una nube de humo, que olía a rayos, procedente de los vertederos que rodean la ciudad. Un rápido embarque en Ceuta y a última hora de la tarde estábamos en la Costa del Sol para terminar estas mini vacaciones.

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