FECHA: Junio 2003
DURACIÓN: 18 días
KM 5.125
VEHÍCULO:  BMW 1100 RT

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Mucho habían cambiado las cosas desde nuestra breve y rápida visita en el verano de 1989. Cuando volvimos en 2003 Yugoslavia ya no existía como tal, también el régimen comunista había desaparecido, las multinacionales estaban por todas partes pero, a diferencia de Checoslovaquia (también visitada en aquel mismo viaje del 89), toda esta transformación se había cobrado un alto número de vidas. Y era inevitable que en ocasiones nuestro pensamiento no pudiera por menos que recordar las terribles imágenes que en la década de los 90, veíamos a diario en los informativos. Menos de 2.000 km. separan los Pirineos de las primeras ciudades del norte de Croacia, por lo que una vez allí es cuando verdaderamente te das cuenta que, no muy lejos de tu casa y pocos años antes, miles de personas vivieron años realmente duros y complicados.

Las localidades de la costa croata fueron menos castigadas por los destrozos de la guerra y del mismo modo fueron rápidamente reconstruidas, pero era viajando por su interior, o a través de Bosnia, cuando veíamos pueblos arrasados, edificios que aún conservaban las heridas de la guerra, cementerios creados a toda prisa…pero también encontramos esa Croacia que mira con optimismo al futuro, que lucha por recuperar el turismo que durante el verano llena su costa adriática, la ilusión y las ganas de los croatas por pasar página cuanto antes…

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Una vez en este país encontramos ciudades que no pueden ocultar los años que estuvieron bajo el control de Venecia, Rijeka, Opatija o Pula, y son clara muestra de ello. Toda la costa croata está salpicada de islas de mayor o menor tamaño y no debemos dejar de visitar alguna de sus ellas, especialmente la de Krk  que es la más grande y porque para llegar a ella basta con cruzar el puente que la une al resto del país. Pero no solamente la costa ofrece lugares interesantes, en el interior, unos 100 km. al norte de Zadar encontramos uno de los puntos más llamativos y visitados de toda Croacia, el Parque Nacional de Plitvice. Sus 16 lagos de aguas transparentes están conectados unos con otros mediante cascadas y rodeados de una frondosa vegetación. Su recorrido se hace por senderos y a bordo de barcas, y cuando lo visitamos nos quedamos con un regusto amargo, solamente habíamos previsto medio día para recorrerlo y nos supo a poco.

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La mayoría de las ciudades croatas cuentan con un gran legado histórico y cultural, siendo imprescindibles las visitas a la ya citada Zadar, capital de la antigua Dalmacia, Sibenik y su catedral de Santiago, Split, que cuenta con el edifico más antiguo del mundo que alberga en su interior una catedral católica, se trata del palacio de Diocleciano (siglo III a.c.) construido en piedra caliza y mármol y por supuesto  declarado Patrimonio de la Humanidad.

Mención aparte merecen Trogir y Dubrovnik. Trogir es una pequeña ciudad situada pocos km. antes de Split, fue fundada en el siglo III  y  cuenta con un casco antiguo muy bonito y bien conservado, no en vano también es Patrimonio de la Humanidad. Pasear por sus callejuelas, moverte por sus mercados, bañarte en alguna de sus playas o acercarte al atardecer al puerto y pedir una “pivo” (cerveza) en alguno de sus bares, es una buena forma de pasar el tiempo en Trogir.

Y por último Dubrovnik, que a punto estuvo de sufrir daños irreparables durante la primavera de 1991. La artillería serbia mantuvo un asedio a la ciudad durante cuatro meses y casi destrozaron una de las más bellas ciudades europeas. Por suerte no fue así, la paz volvió a la ciudad y, paradojas de la vida, la misma Europa que contempló impasible su destrucción se apresuró luego en reconstruirla. Fuera de su casco antiguo Dubrovnik no tiene mayor atractivo, pero es el conjunto que forman su catedral, sus calles con escaleras, sus monasterios y su puerto el que hace que, sin duda, merezca ese apelativo

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Atención especial merece la circulación por la carretera que recorre toda la costa, la N-8, muy bonita pero con bastante tráfico, y por ello conviene tomarse las cosas con calma dejando un margen extra de seguridad.  Aunque en la actualidad una autopista evita tener que recorrerla, seguro que si lo haces no te arrepentirás. Cada pocos km. encontrarás pequeños pueblos que invitan a parar, la mayoría de ellos  recuerdan a lugares de nuestra costa mediterránea, desgraciadamente esto incluye también las avalanchas de turistas en plena época veraniega. Markaska es el más popular de ellos y su ambiente nocturno no tiene nada que envidiar al que estamos acostumbrados los españoles.

En un tramo de la N-8 al sur de Split, vivimos uno de esos momentos difíciles olvidar. Un calurosa tarde de domingo, mediados de junio, coches y más coches, familias que regresaban de su día en la playa, curvas y más curvas, imposible adelantar. De pronto se planta paralela a nosotros una pequeña moto de 125 c.c, (Yanaha YZR?), en ella iban un chico y una chica: nos estaba adelantando a pocos metros de la entrada a una curva ciega, con la mirada intenté decirle “no seas tonto chaval, que no merece la pena jugársela de esa manera”, él también me miró y en sus ojos leí algo así como “tú con esa moto, yo con ésta y mira que pasada te pego. Chúpate esa”. Unos km. más adelante el tráfico estaba retenido, había habido un accidente, cuando pudimos pasar vimos aquella moto empotrada contra una furgoneta, por la ropa reconocí a la chica que iba de paquete, estaba de pie y se movía nerviosamente. En el asfalto había un cuerpo tapado con una manta…

En la desembocadura del río Neretva encontramos la única salida al mar que tiene Bosnia, más simbólica que otra cosa. En la frontera de Metkovic es donde comienza la carretera que nos lleva hasta Mostar y Sarajevo, tristemente famosas en los últimos años. Mostar tiene como seña de identidad su puente, que durante mucho tiempo había servido de unión entre dos culturas, la católica y la musulmana, y su destrucción durante la reciente guerra fue todo un símbolo de la ruptura entre ambas culturas que habían convivido durante siglos en esta ciudad. En Bosnia todo estaba por hacer, los indicadores estaban acribillados a balazos o simplemente no estaban, por todas partes encontrábamos vehículos quemados, las cunetas llenas de basura, en algunos tramos el asfalto presentaba las cicatrices de la guerra…el ímpetu que Europa había puesto en la reconstrucción de la vecina Croacia se echaba de menos en Bosnia.

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Y dos últimos apuntes que pueden resultar muy prácticos a la hora de preparar el viaje, en muchas casas particulares, en especial en los pueblos costeros, tienen un cartel que pone “Sobe”, son los B&B  en versión croata. Y para la vuelta conviene saber que gracias a los ferrys que conectan Drubrovnik y Split con Italia, concretamente con Bari y Ancona,  podemos evitarnos el regreso por el mismo camino y además ahorrarnos alguna jornada de viaje

Nota: Relato realizado para la elaboración del libro «Europa en Moto» de Gustavo Cuervo.

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