Al hablar de las culturas peruanas precolombinas, siempre viene a la mente la de los Incas, pero en este país existieron muchas otras, tales como la más antigua, la de Caral, o la Moche, la Chachapoyas, la Chavín…Esta última es la que cuyos restos arqueológicos  fueron localizados a unos 100 k de Huaraz, y esta mañana pongo rumbo a ese lugar. Como suele ser habitual por aquí, el viaje resulta tan interesante como el propio destino, con la sorpresa añadida de encontrarme una estupenda carretera. Mientras estoy contemplando la laguna Querococha, un vehículo se detiene y su conductor me pregunta «si ya he visto el mapa del Perú». Me quedo un poco sorprendido por su pregunta, hasta que el hombre me aclara el porqué de la misma. Resulta que en uno de los cerros que rodean la laguna, y debido a la erosión y las lluvias, se presenta a gran tamaño una figura en tono oscuro que se corresponde con el mapa del país. Luego me enteré que es un punto muy conocido y fotografiado, pero que si no llega a ser por la casualidad de que se detuviera aquel vehículo, se me habría pasado por alto. Sigo ascendiendo y llego al paso Kahuish, que resultará el punto más alto por el que circularé este año. Se encuentra a  poco más de 4.500 m de altura ya través de un túnel, conecta con el siguiente valle. Después de estar los últimos 2 días moviéndome entre los 3.000 y 4.000 m , mi cuerpo ya parece estar acostumbrado y esta altura no me presenta ningún problema. Inmediatamente al salir del túnel me encuentro con una curva muy cerrada a la izquierda, por suerte mi velocidad es la correcta, pero creo sería necesario que esa peligrosa curva estuviera señalada de algún modo. Un interminable descenso me lleva hasta Chavín de Huantar, un pequeño pueblo enclavado en el fondo del valle. Las señales me indican el camino hasta la zona arqueológica enclavada en las afueras del pueblo. Para su visita es obligatorio contratar a un guía, y después de la lógica negociación en el precio, ya que él me quiere cobrar como si fuera un grupo aunque sea yo solo quien va a entrar, llegamos a un acuerdo.

La cultura Chavín se desarrolló entre los años 1.200 y 500 A.C. y según parece desapareció debido a un gran cataclismo que debió asolar todo este valle. Las ruinas de los edificios que visito revelan que aquí debía vivir la casta sacerdotal y los ídolos de esta cultura eran seres mezcla de humanos y animales. El guía me va explicando detalles acerca del tipo de agricultura que desarrollaron, de los conocimientos astronómicos que tenían, de su arquitectura…Su explicación es muy completa e interesante, pero tengo que pedirle que vayamos  un poco más rápidos en nuestra visita, ya que también quiero visitar el museo que hay en el pueblo, y  además debo estar de regreso en Huaraz a primera hora de la tarde.


Al igual que me ha sucedido en otros lugares de interés que he visitado en este viaje, tengo la suerte de encontrar muy poco turismo, por lo que mis visitas están todas acompañadas por una bendita tranquilidad, tan bienvenida por mi parte al permitirme conocer lugares que en otras épocas del año reciben mucho mayor número de visitantes. Dejo Chavín con una doble alegría, por una parte por haber dedicado la mañana a conocer este lugar y por otra porque ahora me espera recorrer en sentido inverso la divertida carretera que me ha traído hasta aquí.

Por el camino veo, al este de Huaraz, la imponente silueta nevada del Huascarán. Sus casi 6.800 m de altura le convierten en la montaña más alta del Perú.

Antes de pasar por el hotel para cambiarme, tomo un rápido almuerzo y llamo a mi taxista de confianza en la ciudad, el señor Eli. Charlamos mientras nos tomamos un café y quedamos para que luego me recoja en mi hotel y me lleve hasta la UNASAM, donde en pocas horas debo ofrecer mi audiovisual «Cinco continentes, dos ruedas y una historia».

La Universidad Santiago Antúnez de Mayolo me es conocida, ya que el año pasado me invitaron para intervenir en unas jornadas de audiovisuales que organizó su Facultad de Turismo. Aquí me están esperando amigos del personal docente, una de ellas, Luz Blácido, es quien se encarga de hacer mi presentación a los nuevos alumnos de dicha facultad. Tras mi charla y el animado y prolongado tiempo dedicado a las preguntas, llega el turno de los agradecimientos, entrega de unos regalos y el momento de las peticiones de las fotos para el recuerdo. Pasamos 2 horas muy entretenidas, la amabilidad con la que me han vuelto a recibir, ha merecido la pena mi regreso a esta Universidad. Posteriormente acudo, junto con profesores y algunos directivos, a la cena a la que estoy invitado. Al igual que sucedió hace un año, este rato de la cena me sirve para ahora ser yo quién hace las preguntas y conocer la situación del Perú bajo el siempre interesante punto de vista de un grupo de enseñantes universitarios y de este modo compararla con la que otros amigos, de diferentes escalas sociales, me han ido comentando durante este viaje.

 A pesar de que anoche regresé tarde a mi hotel, esta mañana no me queda otro remedio que madrugar. Después de casi dos días aquí, debo cargar la moto y salir lo antes posible en dirección Lima. Es mi último día con la moto, por delante tengo 400 k hasta la capital, que calculo serán como mínimo unas 7-8 horas de viaje, a las que hay que añadir otras 2 horas más para, una vez ya en Lima, llegar hasta mi hotel. La primera parte de la ruta ya la hice el año pasado viajando desde Huánuco. Tras ese tramo conocido, y estando a unos 4.000 m de altura, tomo el desvío que me llevará hasta la orilla del Pacífico. Pasar en pocas horas desde los 4.000 a los 0 m de altura, o viceversa, es algo que creo sólo puedes experimentar en Sudamérica, lo mismo que viajar por los pasos de montaña de longitudes exgeradamente largas. La carretera de retuerce una y otra vez a lo largo de los más de 80 k de descenso que realizo. Inevitablemente vienen a mi memoria algunos de esos conocidos puertos de montaña alpinos, que tanto impresionan la primera vez que se viaja por ellos y que comparados con muchos de los que se encuentran repartidos por países sudamericanos, su altura y longitud los hacen parecer simples montañas…

En las primeras decenas de kilómetros me encuentro un intenso tráfico de camiones, tanto de subida como de bajada, a lo que hay que añadir el mal estado del asfalto, por lo que tomo todas las precauciones posibles. Poco a poco va desapareciendo el tráfico pesado y puedo disfrutar de esta impresionante bajada. La dejo anotada en mi memoria para en una próxima oportunidad, realizarla en sentido inverso

Al terminar la bajada, tomo dirección sur a través de la Panamericana, que desde aquí a Lima es una autopista. Por la hora que es, compruebo que lo mejor será parar a almorzar antes de llegar a Lima, allí me esperará el atasco diario y además incrementado por ser viernes. Los últimos kilómetros antes de que la Panamericana se funda con la zona perimetral de Lima, nunca me han gustado, ni cuando salgo de la capital y menos aún cuando regreso a ella. La causa es que aparte del aumento del tráfico, y bastante rápido por cierto, tiene una serie de largas subidas y bajadas con peligrosas curvas situadas al borde de los pronunciados barrancos, con el añadido de que, al estar a pie del Pacífico, el viento siempre sopla con fuerza en toda esta zona. Como en anteriores ocasiones, prefiero recorrerlos de fomar relajada, aunque ello implique retrasar mi llegada. Pero insisto en que esta parte nunca me resulta fácil y reconozco que, a pesar de haberlo realizado en 3 ocasiones diferentes, tengo atragantado este tramo y nunca disfruto al conducir por aquí.

Llegar hasta mi hotel, el Antigua Miraflores, requiere cargarme de paciencia. Durante un par de horas me encuentro defendiéndome del apestoso tráfico limeño y al mimso tiempo controlando el GPS. Para colmo, al poco meterme en la llamada «vía rápida» , me para la policía y me obliga a abandonarla por lo que ya conocía, que está prohibida para las motos. Por suerte es una orden, un aviso,  no llegan a multarme (imagino que por ser extranjero y alegar mi supuesto desconocimiento de la norma), pero nuevamente me encuentro callejeando para llegar hasta mi hotel.

Sin nigún contratiempo, más que el retraso, aparco en el patio del Antigua Mirafores, en el que dias atrás había dejado parte del equipaje que no necesitaría durante el viaje en moto. Una vez descargada la moto, ahora me quedan unos pocos kilómetros desde el barrio de Miraflores hasta el de Chorrillos, donde está la sede de Motoviajeros Perú, para devolver la GS 800. La cual se ha portado, durante los 14 días y los casi 3.000 k recorridos, de la forma esperada, sin rechistar en ningún momento, ni bajo los aguaceros en la región de Amazonas, ni en las alturas poco habituales para nosotros los europeos, y llevándome por las trochas con la única limitación de mis habilidades.

Nuevamente ha sido un viaje completo por este llamativo país, en esta ocasión sin incidentes graves, y que me ha llevado por unos recorridos sumamente espectaculares, cargados de historia pre y post colonial, reencontrándome con los amigos de años anteriores y conociendo a otros nuevos. Tras entregar la moto, y hasta la salida de mi vuelo, por delante tengo un fin de semana durante el que mis amistades limeñas harán que disfrute de la gastronomía peruana, de su música, espectáculos, monumentos,  tradiciones…

Y luego las despedidas habituales…


-Hasta el año próximo Jaime, ¿por qué volverás para el IV E.G.V Perú , verdad?


-Si claro, por supuesto, como en estos últimos tres años, y seguro volveremos a vernos…


Nadie podía pensar entonces lo que, lamentablemente, el 2020 nos iba a traer a todo el mundo y de qué manera cambiaría nuestras vidas…

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