La carretera, o vía,  Flores no debe el nombre a su vegetación, si no a Antonio Flores que fue quien estuvo al cargo de su construcción, por cierto a pico y pala ya que es considerada la carretera más antigua de Ecuador. Son 46 km encajonados entre montañas, ríos y vegetación que a medida que se avanza y  asciende va desapareciendo, dejando lugar a un altiplano que recuerda mucho al de Perú. Dejamos de circular por «la avenida de los volcanes» y en las afueras de Ambato, zona noroeste, buscamos la entrada a la Vía Flores, no resulta fácil. No hay señalizaciones de la misma, las indicaciones que nos puede dan son bastante confusas, y aquí es dónde llega la hora de sacarle partido a nuestro viejo GPS.

    Nos ha llevado un tiempo callejeando por Ambato hasta encontrarla, pero una vez recorremos sus primeros kilómetros, estamos seguros que va a merecer la pena. La carretera responde perfectamente a lo que nos contó Ramiro, muy estrecha, afortunadamente el tráfico es nulo, con un asfalto impecable que atraviesa un paisaje muy bonito, y una y otra vez hay que cruzar puentes (unos 16) aún más estrechos que la propia carretera. Si vienes por Ecuador,  haz una marca en tu ruta, no te la pierdas.

    Una vez superados los 3.000 m decimos adiós a la frondosa y verde vegetación. Al mismo tiempo que en el GPS van subiendo los metros de altitud, baja la temperatura ambiente, hasta que superamos los 4.000 m y el termómetro de la GS  se acerca a los 3 grados. Pasamos un par de pequeños poblados. Nos  parece que a la poca gente que encontramos, nuestra presencia les intimida o molesta un poco, nos esquivan y apartan sus rostros a nuestra mirada.

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    Casi al coronar el fin de la Vía Flores, en el horizonte aparece majestuoso e imponente el Chimborazo. Con sus 6.263 m es el volcán, y la montaña, más alto del país, y  al estar tan cerca de la linea del ecuador (solamente 1º al sur), si se mide desde el centro de la tierra, resulta ser la montaña más alta del planeta y también el punto del mundo más cercano al sol, cosa que no había pensado nunca pero que es así.

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     En este país estamos teniendo un problema con los paisajes de altura, unas veces por la nubes otras por las nieblas, el caso es que en ocasiones en imposible disfrutar de ellos. Ahora hay suerte, la cara norte del Chimborazo está despejada, la sureste (por la que le rodearemos) a causa de las nubes ni se aprecia. Encontramos algunos rebaños de llamas pastando junto la carretera y hay que extremar la atención. Sobre los 4.500 m, a la izquierda sale una vía que asciende por la ladera del volcán hasta casi los 5.000 m. No hace falta pensar mucho, tomarla en estas condiciones tomarla sería una pérdida de tiempo. La niebla oculta todo lo que pudiéramos ver desde allí arriba. La larga bajada hasta Riobamba pone el punto final al recorrido de hoy.

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   La mayoría de ciudades ecuatorianas en alguna ocasión, o varias,  han sido destruidas. La que no ha tenido un terremoto , ha sufrido la erupción de un volcán cercano o algún incendio. Riobamba es de las pocas, junto con Quito y Cuenca, que tiene una zona colonial digna y bien que merece su visita. Calles empedradas, edificios históricos bien conservados, plazas, forman un bonito casco antiguo. Localizamos un pequeño, pero estupendo y carismático, hotel en pleno centro, Casa 1881. El nombre hace clara referencia al año de construcción del edificio donde se encuentra, y como suele suceder en estos casos, sus dueños nos dan toda clase de facilidades e información acerca de lo que no debemos dejar de visitar en la ciudad. Sus paredes están llenas de fotografías dedicadas por famosos toreros españoles que, cuando vienen a torear a Riobamba, se alojan aquí.

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    Volvemos a sorprendernos de lo barato que resulta comer en establecimientos populares. Una comida bastante decente y abundante compuesta por una sopa, un plato de carne o pescado, postre y refresco nos cuesta alrededor de 2 dólares por persona, al cambio ¡¡ menos de 2 euros !!.

    Es viernes, hace sol  y sus calles son una completa algarabía de sonidos y color. Hay desfiles, orquestas, música, actuaciones en vivo, y al llegar la noche todo se multiplica. Como en otras ciudades la cercanía de la Navidad implica que la Plaza de Armas brille con las luces y adornos propios de la época y que por todas partes se escuchen villancicos y música navideña. Gente de toda condición, familias completas, grandes y pequeños se entremezclan para disfrutar de la fiesta religiosa. Al igual que en Colombia, lo hacen de forma mucho más alegre de la que estamos acostumbrados en España, pero curiosamente sin que veamos el más mínimo altercado ni un mal gesto.

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    Mientras desayunamos en el hotel, un par de jóvenes entablan conversación con nosotros. Al saber que viajamos en moto y que nuestro siguiente destino es Macas, en la Amazonía, no pueden por menos que sorprenderse. No entienden muy bien porqué viajamos en moto teniendo en cuenta, según ellos, lo peligrosas que son las carreteras ecuatorianas y menos aún comprenden nuestro interés por llegar a Macas. Nos dicen:  «allá no hay más que selva, calor, lluvia y además los indígenas no son muy simpáticos…».

    Uno de los jóvenes vive en España, pero tarda en confesarlo. Esto último será la norma durante todo el viaje, los que han estado trabajando en España, hasta que no llevamos un buen rato de charla no dicen «yo estuve viviendo en su país, desde tal año hasta que, por la crisis, tuve que regresar…». Cuando preguntamos cómo les fue por acá y cómo les tratamos, siempre dicen que bien, aunque en varias ocasiones, por sus dudas a la hora de qué contestar, intuimos  que su respuesta  no es del todo sincera.

    Aunque por delante tenemos 170 km,  antes de salir llenamos el depósito, desde Macas seguiremos hacia el sur y por aquí no conviene jugársela con los repostajes. No he comentado nada acerca del precio de la gasolina, el litro de la normal cuesta el equivalente a unos 0´50 euros y el precio de la extra sobre los 0´60. Una vez en carretera abierta sucede lo de todos los días, el escaso tráfico permite viajar mucho más relajado, aunque sin olvidar las precauciones mínimas. Los pocos pueblos que cruzamos tienen todos unas construcciones muy humildes y sencillas. Hemos llegado a la conclusión de que este país el gobierno tiene dinero, principalmente procedente de los buenos años del petroleo del que es exportador,  y lo ha invertido en carreteras, escuelas…Por contra el nivel de vida de sus habitantes, especialmente en las zonas rurales, es muy bajo y la gente no dispone de muchos ingresos. A diferencia de Colombia donde nos parecía que sucedía lo contrario, la gente disponía de dinero pero no así el estado, o al menos no se reflejaba en sus infraestructuras, pero es sólo nuestra opinión.

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    Como no podía ser de otra manera, en el horizonte se recortan las siluetas de unas montañas. Tras ellas se encuentra el Parque Nacional Sangay, que es la entrada a la Amazonía. Viajamos sobre los 3.000 m y hace algo de frío, la esperanza es que pasadas esas montañas, empezaremos a descender y lo lógico será que suba la temperatura.

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   Antes de empezar el descenso hacemos una parada junto a dos lagunas, son la Magdalena y la Altillo. Aparece un bus con ecuatorianos que van a pasar el día en ese Parque. Mientras Conchi se queda hablando con ellos, yo me separo para tomar una fotos. No sé qué les estará contado, pero a juzgar por las sonoras carcajadas que oigo, debe ser muy divertido.

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    Desde aquí comienza un espectacular descenso entre una vegetación cada vez más espesa. Son unos 70 km de recorrido. Para que te hagas una idea, imagina el tramo preferido de tu carretera favorita, añádele esa distancia, suma un buen asfalto, tráfico inexistente, buena temperatura, una vegetación tropical, y que no tienes prisa en terminarlo…Algo parecido es esto. Como pienso que deben ser los mejores kilómetros de Ecuador, nos dedicamos a disfrutarlos tranquilamente. En días posteriores comprobaremos que hay otros tramos tanto, o incluso más, inolvidables.

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   Como la mayoría de los pueblos de Ecuador el atractivo de Macas reside en su entorno, no en sus construcciones. Ayer eché un vistazo por internet a los alojamientos y nuestra primera opción es la Hostería Farallón. Se encuentra a unos 4 km de Macas, para llegar hasta ella hay que cruzar el río Upano. Es un bonito edificio de madera, con buenas vistas, piscina, jardines…El precio está en consonancia con Ecuador, unos 35 euros con desayuno. Definitivamente nos alojaremos aquí. Esta tarde nos dedicamos a organizar  la visita al día siguiente a una pequeña comunidad Shuar, situada a unos 15 km selva adentro. Por la noche cae una gran tormenta típica de la zona, que dejará el camino que tenemos que recorrer casi impracticable, por suerte también hemos dejado cerrado el tema del transporte en una camioneta.

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    Ayuy, nuestro guía, nos dice que podemos llamarle Bolívar, que viene a ser su nombre «en cristiano». Calzados con las botas de goma que nos proporciona empezamos a caminar selva adentro. Nos va enseñando un montón de cosas de la naturaleza que nos envuelve y que por supuesto desconocemos. Nos da a probar multitud de plantas, brotes, pequeños frutos…Y sin pensar en las consecuencias, le hacemos caso y seguimos sus indicaciones. «Con esto solucionamos los dolores de no sé qué…». «De estas semillas sacamos un ungüento con el que nos pintamos el rostro y sirve de repelente para mosquitos», a pintarnos las caras.  «Masticando esto adormecemos la boca y aliviamos los dolores de  dientes», a mascar. «De estos troncos hacemos nuestras canoas», a la canoa. «Machacamos estas raíces y sacamos de ellas un estupendo champú», a lavarnos las cabezas. «Estás pequeñas cañas las fumamos como si fueran cigarrillos…», venga, trae una que probemos. También nos preparan la comida y más tarde vamos a nadar y a recorrer el río, para terminar el día nos enseña a disparar con una cerbatana.

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    De regreso al poblado Ayuy nos presenta a su madre,  una hermana y más familiares. Están encantados de recibir de vez en cuando a gente de fuera. A él le gusta relacionarse con extranjeros y mostrarles cómo es la selva. Tiene intenciones de construir algunas cabañas para que los visitantes se puedan quedar más tiempo, aunque por otra parte también le gustaría viajar fuera de Ecuador y conocer otros lugares. Como decía en el primer capítulo, esta visita nos ha sorprendio mucho, quizás porque otros de los paisajes espectaculares de Ecuador como montañas, volcanes, costas, valles…Los hemos visto en muchos viajes, incluidas selvas, pero nunca de la Amazonia, y también es verdad que el buen recuerdo que nos llevamos se debe especialmente al guía que hemos tenido.

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   Macas-Cuenca, 250 Km las separan, pensaras que son pocos ¿verdad?, y sí que lo son, pero aquí, como en muchos lugares, las distancias se miden por el tiempo que requiere su recorrido. Nos dicen que en unas 4 horas y media estaremos en Cuenca, claro esa cifra es válida para los nacionales, que no van parando cada poco como hacemos nosotros. Por nuestra parte añadimos 2 horas más a nuestro cálculo, nos quedaremos cortos. La belleza y la dificultad de la ruta harán que tardemos más de 7 horas en llegar a Cuenca.

    Montañas enormes, en muchas ocasiones envueltas en una neblina que hace que todo tenga un aspecto irreal. La orografía hace imposible trazar los caminos por los valles, la naturaleza obliga a tener que conducir por la ladera de una montaña tras otra. Nunca desciendes, no has terminado una y ya comienza la siguiente. Llega un momento en que te das cuenta que, unas veces por hacer muchas paradas y otras porque tampoco se puede ir rápido, nuestra velocidad media es ridículamente baja, pero es la única manera de «saborear» una ruta como ésta.

    Definitivamente venir a Ecuador, verlo, conocerlo  y querer viajar rápidamente por carretera es imposible y además, si quieres disfrutarlo, es un contrasentido.

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   La ciudad de Cuenca, a 2.550 m de altitud, al igual que Quito también es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Fue fundada en 1.557 sobre las ruinas de una ciudad inca y ahora tiene unos 400.000 habitantes, la tercera más grande tras la capital y Guayaquil. Nuestra intención es pasar aquí 2 días por los que vamos a ir al centro en busca de un buen hotel.  Como nos ocurre siempre, llegamos a la peor hora, las 17, cuando sus calles están colapsadas por la gente que sale de trabajar.

   De repente el motor de la GS enmudece pleno atasco y se para. Pienso que ha sido culpa mía, quizás sin querer he tocado el desconectador. Pulso el botón de arranque, meto primera y nada más empezar a acelerar y movernos, zas, se vuelve a parar. Esto ya no es culpa mia, ¿suciedad en el sistema de inyección?. En vacío acelera sin problemas, pero en cuanto empieza a andar se para una y otra vez. A base de trompicones y más de una decena de veces de arrancar-parar llegamos hasta el hotel que teníamos pensado. Moto a la cochera y equipajes a la habitación. Estamos cansados, así que lo de echarla un vistazo decido dejarlo para mañana. Está claro que así no podemos seguir el viaje, aunque por los síntomas tampoco me preocupo más de lo necesario, seguramente con echarla un bote de limpia-inyectores y  saliendo a carretera abierta se curará.

   Antes de salir a dar una vuelta por la ciudad, marco el número de Ramiro, le cuento lo que sucede y me dice que por la hora que es ya no puede hacer nada, pero que mañana temprano me llama e intentará darme una solución. Nos vamos a cenar, el incidente no nos ha quitado el hambre, tampoco queremos pensar que nuestro viaje en moto termine aquí, aunque nos planteamos diferentes alternativas, cosa lógica ante situaciones como ésta.

  Creemos que al día siguiente conoceremos el problema y ya pensaremos las posibles soluciones…

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