PERÚ

 

   No era la primera vez que viajaba a este país, pero si la primera que visitaba Lima, y precisamente allí viví una experiencia que nunca llegué a imaginar. Pasear, a plena luz del día,  por una ciudad de más de 11 millones de habitantes y que prácticamente yo fuera la única persona que caminaba por sus calles, es una sensación muy extraña y que, por descontado, no suele ser habitual. Esto es lo que me sucedió en la capital de Perú. Era el domingo 22 de octubre, ese día se celebraba un censo especial y empadronamiento de ámbito nacional, y los limeños debían permanecer en sus hogares desde las 9 hasta las 17 h.  Solamente podíamos andar por las calles los extranjeros y un número muy reducido de personas que pertenecían a algunos  de los servicios básicos, tales como policía (que me reclamaron, pero para una foto), militares, taxistas y los propios «empadronadores» que iban de casa en casa realizando el censo.

elmundoenmoto     Sábado   21-X-2017   9h. 00´

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Domingo    22-X-2017   9h. 00´

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También me encontré con alguno que la noche anterior alargó tanto la fiesta que no pudo llegar a tiempo a su domicilio para que le censaran…

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  Las calles y avenidas de la ciudad, el día antes repletas de trñafico y gente, ahora estaban en silencio. De vez en cuando a lo lejos se escuchaba el sonido de algún coche y poco más. Lima parecía una ciudad fantasma, nadie con quien cruzarme y todos los establecimientos cerrados. De esta manera tan singular fue como conocí la Plaza de Armas, el Palacio presidencial y las calles que me apeteció recorrer.

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  Pero es evidente que mi visita a Lima no había sido por sentirme como «el último hombre vivo sobre la tierra». Aquella idea que en 2005 tuvimos Conchi y yo de juntarnos quienes solemos hacer  largos viajes en moto, durante un fin de semana y con el fin de compartir experiencias, ha cruzado el océano y ya hay un E.G.V en sudamérica, aunque éste está abierto a todo tipo de viajes, independientemente del medio en que se realicen. El jueves anterior había llegado desde España,  con el motivo de asistir al 1º Encuentro Grandes Viajeros Perú. La viajera peruana y organizadora del mismo, Marisol Huacac, me había invitado a inaugurar este evento con uno de mis audio-visuales, el titulado «El mundo en moto».

  En la mañana del viernes antes del evento, había quedado con Fernando Gil, hijo de un amigo nuestro de Toro (Zamora) que lleva ya unos meses trabajando para una empresa española en la capital peruana. Conocer cosas acerca de la vida en otro país, bajo la opinión de un compatriota, siempre es interesante y la charla que mantuvimos y la posterior comida a la que amablemente me invitó Fernando, fue una prueba de ello.

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El sábado era el gran día este 1º E.G.V Perú, principal motivo de mi viaje. De  su desarrollo hay una crónica en otro apartado de esta misma web, 1º E.G.V Perú

EGV Perú

  No puedo por menos que resaltar una vez más el recibimiento  que, asistentes y ponentes, me dispensaron y del que pude disfrutar durante todo el sábado en el auditorio de Cenfotur,  y luego por la noche en el bar Hangar 33.  Además tuve la oportunidad de conocer e intercambiar impresiones con algunos de los viajeros peruanos más conocidos, como Willi Reaño, Sonaly Tuesta, Samuel Pintos, Frank Tipiani…que aquí son todas unas celebridades.

EGV Perú

EGV Perú

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A diferencia de ese domingo por la mañana, desde que puse un pie en Lima  tanto mi anfitriona como el resto de amigos que me presentó, hicieron que nunca me sintiera solo. Me llevaron a conocer los barrios más populares de la ciudad, Miraflores, Barranco, Chorrillos…y por supuesto ese espacio del que los limeños se sienten tan orgullosos, además con todo motivo, y que es conocido como «Circuito mágico del agua». Está situado dentro del Parque de la Reserva,  muy céntrico y próximo al Estadio Nacional. Fue inaugurado en el 2007, y en el 2009 incluido en el libro Guinness por tener las fuentes más altas situadas dentro de un parque público.  Consta de 13 gigantescas fuentes controladas por diversos programas informáticos y que al atardecer ofrecen dos sesiones con un llamativo espectáculo de música, luces, figuras…y que resulta realmente espectacular.

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 Y con este espectáculo me despedí de Lima. El lunes 23 a primera hora debía tomar otro avión, que me llevaría hasta otra capital sudamericana, en esta ocasión a Santiago de Chile.

 

CHILE

 

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   Hacía ya 8 años que no visitaba Chile, pero nada más abandonar el aeropuerto Arturo Benítez comprobé que el cambio que Chile ha experimentado en el siglo XXI seguía adelante. Infraestructuras y el tipo de vehículos que circulan por ellas son una buena muestra del nivel de vida de un país, y en Chile tanto las primeras como los segundos me indicaban que los chilenos han trabajado mucho y bien, y siguen trabajando,  para que su país sea puntero en toda América Latina.

   Ese mismo lunes por la noche tenía una cita en las instalaciones de MotoTravel, empresa referente en la capital chilena en cuanto a  viajes de aventura y de alquiler de motos se refiere. Allí me esperaban Juan Pablo Silva, expiloto de carreras y actual  gerente MotoTravel, junto con su esposa e hija,  así como un buen número de clientes, para los que ellos habían preparado una fiesta por el décimo aniversario de la creación de la empresa. Dentro los actos organizados habían incluido la presentación de el mismo audio-visual que yo había ofrecido en Lima 2 días antes.

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   A primera hora del día siguiente, conduciendo la BMW 800 GS que MotoTravel puso a mi disposición, abandoné Santiago en dirección a Viña del Mar. Allí me esperaba otra amistad, una amiga a quien había conocido 12 años atrás durante mi viaje a Ushuaia, concretamente en la ciudad de Punta Arenas. Mientras tomamos un café con el Pacífico como fondo, Marite y yo hicimos un rápido repaso de estos 12 años, y de nuevo volví a la carretera. Ese día quería llegar a dormir a la ciudad de La Serena, situada en la misma costa y que representa la puerta de entrada a Atacama. Otros amigos me esperaban  a la mañana siguiente en Copiapó. Por el camino a La Serena un indicador llama mi atención, señala el desvío a un lugar con nombre para mí muy familiar, Salamanca. Esa carretera se pierde entre las montañas, pero rápidamente desistí de acercarme hasta esta «Salamanca chilena», entre ida y vuelta serían 140 Km. y este día no estaba sobrado de tiempo

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   Pocos kilómetros después de La Serena me encuentro con que la carretera empieza una interminable ascensión, es la llamada «Cuesta Pajonales». Un trazado y un asfalto excelente hacen de esta ascensión una delicia. Tiene varios kilómetros de longitud, pero  tanto me gusta que cuando se termina, lo  lamento. Por el nuevo paisaje me doy cuenta que estoy de nuevo rodando por Atacama, ya me queda poco para llegar a un pueblo llamado Vallenar. Allí he quedado con mi amigo Germain, que viene a mi encuentro desde Copiapó sobre su BMW 650 GS. A Germain y a su mujer Gleny les conocimos Conchi y yo en el 2009 durante nuestro viaje por Chile y Perú, entonces ellos  viajaban en una Yamaha XT y nosotros en dos BMW 650 GS. Durante todos estos años hemos seguido en contacto, y ahora había llegado el momento de volver a vernos. Juntos hacemos los 150 Km. que nos separan de su casa en Copiapó.

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   Copiapó es una ciudad que vive por y para la minería, especialmente la del cobre. En el año 2010 la ciudad se hizo mundialmente famosa por el hundimiento de parte de la mina San José, ya que en el mismo quedaron atrapados 33 mineros, y su rescate, 70 días después, fue televisado en directo a todo el mundo. Aquel suceso quedó para siempre como una muestra de la determinación de todo un país por no cejar en el empeño de rescatar con vida a sus compatriotas.  En el 2015 Copiapó saltó de nuevo a las noticias, en esta ocasión el final no fue tan feliz…Con motivo de las lluvias torrenciales que cayeron en las montañas que se encuentran a su lado este,  la ciudad sufrió una terrible y brutal avalancha de lodo y piedras. En la misma murieron más de 30 personas, incluso nuestros amigos tuvieron que pasar 2 días recluidos en la segunda planta de su vivienda, ya que la planta baja estaba inundada.

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   Días antes de mi llegada Germain me había comunicado que me olvidara llevar a cabo mi idea de cruzar a Argentina por el Paso San Francisco. Una fuerte tormenta de nieve había destrozado el barracón del puesto fronterizo chileno y tardarían tiempo en volver a tenerlo operativo. Así que, cuando en Vallenar me reencontré con él , ya sabía que para poder cruzar a Argentina tendría que alargar mi viaje y subir hasta San Pedro de Atacama. Por motivos de trabajo quien faltaba en la foto de este reencuentro era Conchi, aunque por otra parte la familia de nuestros amigos aumentado con la llegada de su hija Francisca.

Arica 2009

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Copiapó 2017

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  Al día siguiente Germain me llevó en su 4×4 a recorrer algunos de los lugares más espectaculares de las cercanías de Copiapó. Primero me enseñó las dunas por las que en ocasiones ha pasado el Rally Dakar. Después me llevó hasta la mencionada mina San José donde me esperaba un sorpresa, que lógicamente él no me había adelantado. Al llegar lo primero que resalta sobre el paisaje es el color de las 33 banderas  situadas en lo alto de un cerro. Son en recuerdo de cada uno de aquellos mineros, 32 son chilenas y la otra boliviana. Caminamos hacia la mina y allí nos esperaba un hombre, Germain me le presentó, era el señor Jorge Galleguillos,  uno de aquellos hombres que pasaron 70 días atrapados a 700 m. bajo la superficie. Para mí, que uno de los principales motivos que me llevan a viajar es conocer gente, poder hablar tranquilamente con alguien como Jorge Galleguillos, hacerle preguntas acerca de aquella experiencia y que él fuera tan amable y paciente conmigo, significó mucho. Me detalló cómo vivieron aquellas semanas y cómo nunca perdieron la esperanza y la fé  en que desde el exterior pudieran rescatarles. En todo el mundo se hizo famoso aquel primer mensaje que pudieron enviar al exterior el día 22 de agosto, 17 días después del derrumbe: «estamos bien en el refugio los 33». Como despedida me regaló una pequeña piedra de calcopirita, recuerdo de la propia mina. Para mí este encuentro fue una gran experiencia,   que no habría sido posible sin la colaboración de mí amigo.

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  La suerte hizo que durante mi visita a esta zona pudiera ver uno de los más extraños y llamativos fenómenos que se producen de vez en cuando en una zona concreta de Atacama, y que es conocido como «el desierto florido». Algunos años una determinada cantidad de lluvia, unida a ciertos factores de temperaturas y vientos, llega a convertir el paisaje, siempre de color marrón, en una colorida alfombra llena de flores. Este año había sido uno de los más espectaculares, y aunque su cénit había sido un mes antes, todavía pude vivir en directo parte de lo que había sido considerado el más espectacular «desierto florido» de los últimos 20 años.

desierto florido

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  Copiapó se encuentra en pleno Atacama, pero también está a tan solo 70 Km. de la costa del Pacífico, por lo que en menos de una hora puedes pasar de moverte entre algunas de las mayores dunas del mundo, a estar junto al mar y pasear por el puerto pesquero de Caldera con sus coloridos barcos y su lonja de pescado.

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   Aunque quisiera quedarme algún día más con nuestros amigos, me era imposible. El cambio en el itinerario obligaba que mi viaje fuera a tener más kilómetros de los que había previsto. Y para empezar tenía por delante casi 900 Km extras para llegar a San Pedro de Atacama. Y tenía que hacerlos en una jornada. Además mi última noche en Copiapó, Germain y Gleny habían invitado a sus amigos Eduardo Toledo y  su mujer Mary, a una barbacoa. Por cierto, Eduardo nos llevó unas muestras de la sabrosa cerveza que produce el mismo y cuyo nombre comercial es su apellido, Toledo. Tras estos antecedentes, a la mañana siguiente mi partida se retrasó más de lo normal. Entre preparar equipaje, agradecer a mis amigos todas las atenciones que habían tenido, despedidas y demás, cuando quise ponerme en marcha eran ya las 10 de la mañana. Un poco tarde para lo que me esperaba ese día.

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  A esa hora del día, la zona de Copiapó presentaba su aspecto habitual, una fría niebla que me acompañó durante bastantes kilómetros. El camino hasta la costa, dirección Caldera, se hace por una magnífica autopista que prácticamente tenía para mi solo. Mi  camino seguía después junto a la costa hasta Chañaral, donde me habían advertido que me era imprescindible llenar el depósito. Si no fuera porque me habían asegurado que era imposible que lloviera, al llegar al puerto de Chañaral, y ver el aspecto que presentaba el cielo, habría pensado que los siguientes kilómetros serían pasados por agua. A pesar de lo que me habían dicho, tenía mis dudas…Aunque lógicamente el equivocado era yo, no cayó ni una gota.

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  A partir de aquí la Panamericana (Ruta 5 chilena) gira hacia el interior y durante los próximos 400 Km, hasta llegar a Antofagasta, no hay nada de nada. Ni tan siquiera tráfico, excepto algunos pocos camiones y autobuses de largo recorrido. Por compañía tengo el desierto, y como punto habitado solamente encuentro una gasolinera, situada en un paraje llamado Agua Verde y que está estratégicamente a mitad de camino entre las 2 ciudades. La temperatura va subiendo y algunas veces llego a ver los 36º en el marcador de la moto. Si quiero llegar antes de que anochezca a S. Pedro no tengo más opción que aumentar la velocidad de crucero, no hay ningún problema en ello. Por acá no hay ni policía ni radares, la moto va perfectamente, el asfalto es bueno y  me gusta conducir por escenarios como el de hoy. Giro el puño derecho y a devorar kilómetros.

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  Aprovecho la obligatoria parada en la gasolinera de Agua Verde para comer y beber en el pequeño barracón que hace las veces de cantina. El ambiente dentro del sencillo y humilde bar me recuerda a lugares semejantes de otros desiertos. Solamente hay una mesa ocupada, son tres  camioneros habituados a hacer esta ruta. La Tv da cuenta de los últimos sucesos relativos al conflicto que se vive entre Cataluña y el resto de España. Los camioneros me preguntan acerca del porqué de, para ellos,  esa extraña situación. No es la primera vez que me hacen esta pregunta durante el viaje, y  ya es algo inevitable cada vez que hablo más de 5 minutos con alguien.

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  Unos 70 Km. antes de Antofagasta, tengo que hacer otra  parada obligatoria. A la izquierda de la carretera, se levanta  la famosa «mano del desierto», obra del escultor chileno Mario Irarrázabal. Sus 11 m. de altura resaltan sobre el paisaje. No sé porqué, mientras descanso en este punto, es cuando me doy cuenta de que es mi noveno día desde que salí de España, y que va a ser el primero durante el cual no voy a estar con alguien a quien conozca con anterioridad…

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  A partir de Antofagasta todo me es ya familiar. En el 2009 Conchi y yo hicimos esta misma ruta con las 650, aunque ahora hago parte del camino por una autopista totalmente nueva. En Calama paro por última vez a repostar, ahora ya estoy seguro que llegaré a S.Pedro antes de que se haga de noche. Además voy a llegar a tiempo de contemplar la puesta de sol desde el lugar al que acuden buena parte de los turistas que todos los días llenan el pueblo, el mirador del valle de «las montañas de la sal».

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  El nivel de vida en Chile está casi como en España, por lo que el precio de sus hoteles es prácticamente similar, aquí en S. Pedro, al ser un lugar tan turístico, las tarifas de los hoteles «en condicones» son incluso más altas que en el resto del país. Pero después del día de hoy no tengo ganas de andar de hotel en hotel comparando precios. Sólo quiero uno que esté bien, que sea céntrico, dejar la moto, cambiarme, salir a cenar y acostarme no muy tarde. Los 870 Km.  bajo el sol de Atacama, hacen que mi cuerpo pida un descanso. San Pedro presenta el mismo aspecto que yo recordaba de 8 años atrás. Las calles siguen llenas de mochileros de todas partes del mundo, como es habitual con poco presupuesto, que vienen  porque hace años grupos de jóvenes empezaron a llegar hasta aquí atraídos por el rollo espiritual, el misticismo, la autenticidad y cosas similares. Tampoco faltan muchos grupos de turistas extranjeros a los que las agencias  incluyen en su ruta S. Pedro de Atacama. Y otro detalle que tampoco ha cambiado desde mi primera visita, el inevitable apagón de luz. Escaso de energía eléctrica y sobrado de visitantes, casi todas las noches, y durante una media hora, el pueblo se queda a oscuras. Al final entre unas cosas y otras, cuando regreso al hotel es más tarde de lo que tenía previsto.

   Me levanto temprano, antes de partir quiero ver de día la iglesia del pueblo. Mi sorpresa es grande, yo la recordaba de un blanco luminoso y  encuentro que la han cambiado el color, ahora es de un tono marrón, esto hace que para mi haya perdido gran parte de su encanto…

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 Lleno el depósito y la garrafa de 10 lt que compré ayer. No sé hasta dónde llegaré hoy, pero calculo que haré entre 400 y 500 Km. Hasta el paso Jama tengo 163 Km y a partir de ahí nadie me puede asegurar que haya combustible en las 2 gasolineras que encontraré ya en territorio argentino. En pocos kilómetros la carretera asciende vertiginosamente en busca de alturas extremas, y aunque no es la primera vez que viajo en moto por encima de los 4.000 m. para mí cuerpo no es algo habitual, aunque de momento no noto ninguna sensación de «soroche» (mal de altura). Aunque a diferencia de la vez que llegué a la Laguna Chungará (4.500 m.), y que entonces sí que sentí el «soroche»,  hoy vengo preparado. Por si llegara el caso de necesitarla, en el top-case llevo una pequeña botella de oxígeno que ayer me regaló Germain.

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  El paisaje cambia, la atmósfera se vuelve más clara y el cielo presenta un azul intenso. El GPS  marca ya 4.200 m. y ahora la temperatura baja a los 0´5º. Debí salir de S. Pedro con la ropa térmica puesta, pero como  no lo hice, error mío, ahora no tengo otra opción que detenerme y ponérmela.  Lo que contemplo ante mi no me decepciona, enormes montañas, lagos de diferentes colores, unos blancos por la concentración de sal, otros de un azul intenso…Y lo mismo que ayer, siento una enorme sensación de soledad, aunque esto nunca me ha agobiado, al contrario, me gusta.

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 Cruzar a Argentina no me supone ningún problema ni me lleva mucho tiempo, los dos puestos fronterizos están integrados. De este modo el papeleo para dejar un país y entrar al otro lo hago dentro del mismo edificio. Además Juan Pablo me preparó e imprimió todos los documentos necesarios, sólo tengo que pasar de ventanilla en ventanilla, entregarlos, recogerlos sellados y en menos de media hora estoy listo para empezar mi tercer viaje por Argentina.

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