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    El tramo más bonito de la «Graden Route» se encuentra entre Knysna y Mossel Bay. Un asfalto, un trazado y unos paisajes magníficos. Durante kilómetros tienes el Indico a tu izquierda, en otros la carretera se interna entre las montañas para más tarde volver a descender de nuevo hacía el mar. Todo este conjunto, más una temperatura ideal, hacen que nuestro recorrido sea casi perfecto, sólo hay un pequeño problema. Empiezan las vacaciones de Navidad y el tráfico es muy intenso. Es como revivir nuestro recorrido por la Great Ocena Road australiana, sólo que en aquella ocasión fueron las vacaciones de Semana Santa  las que motivaron que tuviéramos que compartirla  con más australianos de los deseados.

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  En Mossel B. abandonamos la N-2, decimos adiós a  la «Garden Route» y a aquel  tráfico congestionado.  A través del Robinson Pass dejamos el frescor del océano y nos internamos en el desierto conocido como «Little Karoo». En poco más de 40 Km. el cambio de paisaje y temperatura es total. El termómetro de la moto vuelve a superar los 30º. Las pocas edificaciones que se vemos desde la carretera son granjas de avestruces. Esta es una de esas zonas a las que se las puede llamar la «Sudáfrica blanca profunda», y  que parece haberse detenido en el tiempo. La carretera discurre a lo largo de una planicie, en su lado norte, una cadena montañosa separa éste desierto de su hermano mayor, el «Big Karoo».

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   Nos gustan los desiertos, las carreteras rectas, sin tráfico y el calor, hoy lo tenemos todo. Poco a poco nuevamente cambia el paisaje, y antes de Ladismith nos vemos de nuevo subiendo un largo puerto. Ahora son viñedos los que llenan el paisaje. Tenemos previsto dormir en Swellendam, a 350 Km. de Knysna. En alguna guía había leído que es un lugar tranquilo y con el tamaño suficiente para no tener problemas a la hora de buscar un alojamiento.

  Al lado izquierdo de la carretera diviso un local del que hablan todas las guías, es el «Ronnie´s Sex Shop». A pesar de que su nombre pueda dar lugar a equivocaciones,  no es más que un bar de carretera,  en el que un buen día, o una noche loca,  a alguna mujer se la ocorrió colgar en una de sus paredes la ropa interior que llevaba puesta. Y eso se convirtió en tradición, todo su interior está «decorado» con bragas y sujetadores, no me preguntes si usados o límpios….

  Pero no nos detenemos en el. En otros viajes ya hemos visto lugares similares, que por unas u otras causas parecidas (su decoración con cualquier tipo de objetos), se han convertido en paradas casi obligatorias para el viajero. Y cuando paras y entras en ellos, en la mayoría de los casos, te preguntas si realmente ha merecido la pena parar allí para ver toda aquella «morralla» colgada de las paredes y el techo…Esto no quita para que su dueño, en este caso el tal Ronnie, quizás sea un tipo muy majo

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 Pero antes de llegar a Swellendam, la ruta, que hasta ahora ha sido espectacular, nos tiene preparada una última sorpresa. En un pequeño pueblo, llamado Barrydale,  abandonamos la carretera que cruza el «Little Karro». y  tomamos un desvío para volver a la N-2. Son solamente unos 15 Km. pero créeme, es de esos tramos que no olvidas nunca. La carretera recorre el Tradouw Pass. Va marcando una línea aprisionada en un desfiladero, en cuyo fondo se encuentra un pequeño río. Es muy estrecha, prácticamente sin ningún lugar dónde parar, y es de esas carreteras que te gusta recorrer despacio, muy despacio. Las sensaciones que sientes son las de que estás recorriendo un lugar espectacular, del que nunca te ha hablado nadie, no has leído nada sobre el, y lo normal es que nunca vuelvas a pasar por allí. Por eso quieres disfrutarlo cada Km.

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  Las edificaciones de Swellendam se alinean a ambos lados de la calle principal. Tras las del lado norte están las montañas, y al lado sur, el río. Se nota que es territorio «blanco». No hay rejas, no hay alambradas, las vallas de madera son bajas y están en perfecto estado…sin duda es un lugar tranquilo. Además nuestro alojamiento es de lo más completo. Por 63 euros tenemos, dentro del terreno de la Guest House principal, una preciosa casa para nosotros solos, y también piscina, jardín y a la mañana siguiente, como es habitual, nos sirven un estupendo desayuno.

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  En España hoy todo el mundo está atareado y de un lado para otro, es un día especial, 24 de diciembre. Para nosotros también es especial, hoy tenemos que llegar a Ciudad del Cabo. Nos acercamos a terreno ya conocido en nuestro anterior viaje. A mi izquierda veo un cruce, en el un indicador señala el destino a donde lleva esa carretera, «Cape Agulhas». El punto más al sur del continente africano, lugar donde se juntan las aguas del Indico y del Atlántico. Su nombre se lo pusieron los primeros marieneros portugueses que lo navegaron. Unas teorías dicen que lo llamaron por lo afilado de sus rocas, y otras a que en este punto las agujas de las brújulas, debido a la declinación magnética, marcan exactamente el norte geográfico. Sea por lo que sea, lo que no cabe duda es que resulta uno de esos puntos especiales y emblemáticos para cualquier viajero. Seguro que mucho más interesante que el Ronnie´s Sex Shop, el bar que ayer pasamos de largo.

   En condiciones normales ya habríamos puesto los intermitentes para tomar esa carretera, pero no nos desviamos… En el 2008  ya estuvimos en el Cabo Agulhas, entonces significaba el comienzo de nuestro viaje, que sobre las 650 GS  nos llevaría hasta las Cataratas Victoria.

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  Vale, hoy no vamos a C. Agulhas, pero a cambio lo que vamos a hacer es recorrer una de las carreteras más famosas de Sudáfrica. ¿Otra más? pues sí. Poco antes de que falten 90 Km. para llegar a Ciudad del C. justamente en un lugar llamado Brotivier, arranca la R-44. Seguramente, y sin que lo sepas, tú ya has visto esa carretera. Es utilizada para rodar muchos spots de automóviles para su publicidad en la Tv. Su revirado y espectacular trazado, justo entre las laderas de las montañas  y el mar, es lo que hace que sea un fondo perfecto para ese fin.  Sólo nos falla la climatología para que nuestro recorrido por ella sea completamente perfecto. Hace un molesto viento y al sol le cuesta trabajo vencer a las nubes. Justo en los momentos en que éste brilla sobre el mar, pienso en el error que cometimos en nuestra anterior visita, cuando hicimos el recorrido Ciudad del C.-Cabo Agulhas por la carretera principal. Pero a veces, como hoy, repetir un trazado te brinda segundas oportunidades…

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   Llegando a la ciudad veo que hay algunos cambios evidentes. El gran Towship que hay junto a la autopista, poco a poco va cambiando su aspecto. Muchas chabolas han sido sustituidas por pequeñas casas adosadas. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer para que, la entrada a Ciudad del Cabo, sea reflejo de la belleza de esta ciudad. Más adelante ya veo la famosa silueta de la Table Mountain, ícono de la ciudad. Poco a poco voy recordando lugares y prácticamente sin mirar el GPS, llegamos hasta el Victoria & Alfred Waterfront, donde hace tiempo dejé reservado un hotel.

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  En estas fechas aquí,  y en casi todos los lugares del mundo, son vacaciones y no es raro encontrarte dando vueltas buscando un hotel, que se adapte a tus gustos y que tenga habitaciones libres. The Commodore Hotel nos espera. Debido a las fechas en que estamos y a su situación, en el mismo Waterfront, resulta el más caro del viaje. Pero merece la pena, son nuestros últimos días en Sudáfrica y además es Navidad.

  Parece que todos los habitantes de la ciudad y alrededores se ha dado cita aquí, en el Waterfront. El antiguo puerto reconvertido en lugar de compras, de entretenimiento, con espectáculos en vivo de música africana, bares, restaurantes, acuarios, centros comerciales…Podía ser cualquier lugar del mundo, podía ser cualquier otro Waterfront, el de Sydney, el de S. Francisco…Pero aparte de los rasgos físicos de quienes lo abarrotan, si levantas la vista, tus ojos irán directos  a detenerse en algo que no deja lugar a dudas acerca de donde te encuentras, la majestuosa «Table Mountain».

Al frente del Waterfront tienes la «Robben Island». La isla donde se encuentra el penal en el que  Mandela vivió sus años de encarcelamiento y que hace tiempo fue convertido en atracción turística. Ni entonces ni ahora tomamos el ferry que, todos los días, lleva a miles de personas a conocer Robben Island. Nunca ha llamado nuestra atención la visita a presidios, campos de concentración ni sitios similares.

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   Durante los cuatro días que tenemos hasta la salida de nuestro vuelo de regreso, decidimos recorrer otros lugares. Unos nuevos y otros ya conocidos. Volvemos a visitar el centro de la ciudad, con sus mercados callejeros, sus casas victorianas,  el barrio musulmán con sus características viviendas pintadas de vivos colores…

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   Como no se entiende que estés aquí y, si el día lo permite, no tomes el teleférico que sube hasta la cima de la Table Mountain, eso lo fue lo que hicimos. Desde lo alto se tienen unas panorámicas perfectas de la ciudad y su bahía.

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   Para dejar atrás el congestionado Waterfront, nos vamos a recorrer el «Table Mountain National Park». Un  circuito de 150 Km. que saliendo y volviendo a Ciudad del C.  lleva hasta el famoso Cabo de Buena Esperanza. Pasa por lugares muy turísticos, como Hot Bay con sus lujoses hoteles, pero también por otros en los que, de momento, la acción de hombre ha respetado a la naturaleza y el paisaje, y ambos se muestran con toda su belleza. Incluso  todavía es posible ver la única colonia de pingüinos que habitan en Africa. Son pequeños, eso sí.

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   Llega el momento de despedirnos de nuestras compañeras de este viaje. Las 700 GS se han portando muy bien, no han dado ningún problema. Aunque estés acostumbrado a otro tipo de motos, nada más subirte en éstas te sentirás a gusto y son realmente fáciles de conducir. Al igual que en otros viajes, en éste tampoco nos hemos arrepentido de su elección.

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  Como es habitual, las hacen una revisión visual. El encargado de Motorrad Rentals en Ciudad del Cabo, certifica que la no las hemos hecho ningún daño. Nos entregan el informe que lo justifica y queda anulada la fianza que, en cualquier alquiler,  siempre tienes que hacer al retirarlas. Comentamos con él algunos detalles de los  casi 4.000 Km. que hemos hecho por estos 3 países. Y se despide de nosotros con un: «esperamos que vuelvan a viajar por Sudáfrica».

  Comentaba al principio de los capítulos de este viaje,  que hace tiempo  dejamos de hacer suposiciones acerca de si volveremos o no a algún lugar. Ahora es pronto para pensar en regresar, pero dicen que no hay dos sin tres…

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