Cinco tópicos brasileños  ¿Verdadero o falso?

Lo que necesitan los brasileños es “menos samba e mais trabalho”.

Falso. A lo largo de la ruta por todas partes vimos mucha industria en pleno funcionamiento. La mayoría de los campos estaban o cultivados o dedicados a la ganadería. Y durante todo el día, en ciudades y pueblos, se veía mucha actividad y prácticamente nadie estaba “de miranda”.

Como su idioma es el portugués, los españoles no tenemos problema para entender a los brasileños.

Falso. Nosotros vivimos a 120 kmde Portugal, a base de viajes por el país vecino generalmente no tenemos problema para entender a los portugueses, ni ellos a nosotros. En Brasil hablan un portugués con acento peculiar, incluso los brasileños dicen que, al principio, los propios portugueses tienen algún problema con el idioma.

La mayoría de los brasileño/as son mulatos, y las mujeres están “muito buenas”.

Falso, pero con matices. Es posible que sea asi, pero será en otras regiones por las que no hemos viajado

Todo el mundo baila samba.

Falso, falso. No más que en la misma proporción que todos los españoles flamenco

Muchos vehículos funcionan con biocombustibles  de caña de azúcar (etanol).

Bueno, uno verdadero. Más de un 25% de los coches de gasolina pueden funcionar con etanol, son lo llaman “Flex” (de flexibles, no por el colchón). Cuando estás al lado de uno enseguida lo notas por el olor “dulzón” que deja su escape.

 Etapas en Brasil

Foz de Iguazú-Guarapuava       420 km

Guarapuava-Florianópolis        630 km

Florianópolis-Tramandaí         356 km

Tramandai-Chuy                      625 km

  

 Siendo un país enorme, el quinto del mundo, seguro que se merece una visita más amplia, pero el problema suele ser siempre el mismo, la falta de tiempo. Por lo que nuestro recorrido se limito a los estados de  Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur,  en total fueron unos 2.000 km.

 

Desde que en Europa nos movemos con el euro, y por el resto del mundo con la tarjeta de crédito,  perdí la antigua costumbre de antes de entrar a un nuevo país tener siempre algo de dinero en la moneda local. Puede llegar a ser imprescindible a la hora de llenar el depósito en la primera gasolinera que te encuentras, por ejemplo, al entrar en Kazajistán. Normalmente, en la misma frontera suele haber una oficina de cambio, en la  de Iguazú no, y lo sé porque como la veía además lo pregunté. “Como el atasco que hay en esta ciudad es de los gordos, lo primero será salir de aquí y ya cambiaremos más adelante…”. Circulábamos por una autopista un tanto especial, bueno, nada diferente de como son muchas de las autopistas de Sudamérica. Con continuas entradas y salidas, atravesando pueblos por el medio, cada uno circulando como le da la gana, incluso de frente por el arcén, y cosas así. Llevábamos hechos unos 50 km. atrás dejamos un par de pequeños pueblos, ni me molesté en parar a ver si había algún banco. Lo inevitable llegó, nos encontramos con un peaje…”Quizás sea como en Argentina y las motos no tenemos que pagar, o en último caso pago con la tarjeta”. Según me voy acercando veo que no existe el “bendito” carril exclusivo para motos. Me da que nos toca pagar ¿a ver cómo?.

 

-Bom dia, como vocé está amigo?. Verá acabamos de entrar desde Argentina y no tenemos reales. Puedo pagarle en pesos, euros, dólares, tarjeta de crédito…

-Sinto muito…Sólo puede pagar en moneda brasileña. Si no tiene reales ya pueden darse la vuelta por donde han venido. O paga o no pasan…(lo de “sinto muito” –lo siento-, es un adorno mío. El muchacho de la cabina no fue tan amable ni de lejos).

-¿Y hay algún banco cercano?

-Sí claro, en Foz de Iguazú

-Ya…¿no hay ninguna otra posibilidad?…Obrigado.

Como ya he comentado, aquí las autopistas son como son y dar media vuelta no tuvo mayor problema. Tras desandar unos3 kmencontramos un supermercado y paramos. El hombre que atendía la caja no tuvo reparos en cambiarnos unos cuantos pesos, lógicamente la cotización del día la ponía él. También nos informó de los siguientes peajes que encontraríamos y su coste. Otro giro de 180º y a las casetas de peaje. “Aquí tienes, tus 10 reales (4 euros)”.

Llegó la hora de comer y, como suele pasar, ahora no aparecía ningún lugar donde hacerlo, hasta que llegamos a una aldea. Sólo vimos un lugar con aspecto de tener algo para comer, aunque no inspiraba mucha confianza, a la puerta había un cartel que advertía sobre “los peligros del dengue”. Preguntamos ingenuamente acerca de con que moneda podíamos pagar, y por supuesto “solo reais brasileiros”. Así que tuvimos que adaptar nuestro menú a la poca moneda local que teníamos, ya que todavía nos quedaban más peajes y no tardando mucho tendríamos que echar gasolina, sin saber si podríamos hacerlo con alguna tarjeta. Nos decidimos por un “menú ligero”, que al tener que compartirlo entre los dos resultó aún más ligero.

Íbamos porla BR-277,  aunque al principio parecía un tanto anodina, luego la carretera pasó a ser una montaña rusa, eso sí con los inevitables peajes. Atravesábamos la zona de Laranjeiras, muy bonita, región selvática y con pequeños asentamientos indígenas. Los medios de comunicación  suele contarnos que la sobreexplotación de los recursos naturales del Brasil es la causa de la disminución del número de indígenas, no te lo creas, lo que está acabando con ellos son los camiones. Para intentar vender sus cuatro cachivaques de artesanía, los infelices tienen la temeraria costumbre de ponerse junto a la carretera, ésta es estrecha, los camiones circulan a toda pastilla, y al pasar lo mínimo que les hacen es arrancarles las plumas. Por cierto, con nosotros no fueron especialmente simpáticos ni habladores, quizás ya se había corrido la voz que estábamos “caninos” de reales.

 El recorrido de aquella tarde es de los que uno puede recomendar, aunque con matices. A pesar del espectacular paisaje la ruta tenía un problema, común a casi todas las carreteras de Brasil, los ya comentados camiones. Este es un país que tiene 8´5 millones de km2 en los que viven más de 200 millones de personas, en pleno desarrollo, con grandes distancias y… sin transporte ferroviario. Por cualquier lugar del país te vas a ver circulando entre camiones, cuando dejas atrás un convoy no te sientas tan feliz, en la siguiente curva, o en el horizonte, te vas a encontrar otro, y otro…

 

 En muchos países de Sudamérica los camiones, autobuses…llevan un sistema para que en caso de pinchazo no tener que para a cambiar la rueda. Son unos latiguillos que conectan el circuito de aire del vehículo a las válvulas de la ruedas, en caso de que disminuya la presión del neumático, automáticamente entra más aire.

 

 

Las principales carreteras de Brasil cada cierto tiempo tienen unos indicadores con un número de teléfono ofreciendo asistencia gratuita. Varía según la región en que te encuentres, por lo que es recomendable anotarlo. No sé que tal funcionará el servicio, ya que cuando nos podría haber hecho falta decidimos que sería más rápido solucionar el problema por nuestros medios.

Llegamos a Guarapuava, una ciudad en dónde buscar un hotel. Mientras recorríamos su calle principal, y viendo sus edificios, parecía que estuviéramos en Portugal, excepto por algunos detalles que nos recordaban que estábamos en Brasil.

 

La ciudad es muy industrial y no tiene mucho que ver, la plaza, una iglesia y poco más…, ah, ¡pero aquí se acabaron nuestras estrecheces!. Preguntamos en el hotel por un cajero y nos hicimos con unos cuantos reales. Debido a que la noche era muy calurosa,  en el local donde cenábamos tenían abiertas las ventanas, nuestra mesa estaba junto a una de ellas. Empezó a descargar una intensa tormenta con muchos rayos y truenos. De repente sonó una gran explosión. Afortunadamente nunca he oído explotar una bomba, pero aquel ruido fue lo más parecido. En la acera, justo al pie de nuestra ventana, había caído un rayo. Los guarapuavenses, o cómo se les llame, deben estar muy acostumbrados a esto,  por que allí no se inmuto nadie, menos los dos que ya te imaginas que pegamos un salto hacia atrás.

Curitiba es una gran ciudad con más de dos millones de habitantes, también muy industrial y es la capital de la región del Paraná. La típica ciudad que cuando estás preparando un viaje dices: “ésta la pasamos de largo y listo”, aunque nunca sabes lo que el propio viaje te tiene reservado. Normalmente circulamos dejando bastante espacio entre nosotros, aunque siempre intentando mantener una referencia visual de la otra moto. Conducíamos por la autopista que  rodea a la ciudad, si en carretera abierta habíamos encontrado muchos camiones, aquí, al ser las cercanías de Curitiba, esto ya era agobiante. Conchi iba detrás de mi, pero hacia ya un rato que entre la maraña de tráfico no veía la luz de su moto en mis espejos. Dejé pasar algún kilómetro más, vi una explanada y paré a esperarla. Pero la seis y medio azul seguía sin aparecer, estaba tranquilo ya que los vehículos que pasaban a mi lado no me hacían ninguna señal extraña. Hasta que pasó una moto y su conductor, aunque no paró, se imaginó que yo no estaba allí viendo pasar el trafico por entretenerme, y me hizo indicaciones moviendo su brazo hacia atrás. Algo había pasado…

Como no sabía dónde estaría el primer cambio de sentido, me la jugué e hice una maniobra de las de “menos 6 puntos”. Arranqué y con  mucha atención y rapidez cruce al carril contrario de la autopista y fui a ver que pasaba. Después de desandar unos 3-4 kmvi a Conchi circulando  muy despacio por el arcén contrario, otra vez la misma maniobra de cambio de  sentido (una vez, pase, dos, ya es que me la estoy jugando), llegué a su altura y paramos.

-Algo la pasa a la rueda trasera, creí que había pinchado y paré a ver, pero la rueda está bien de aire. Pero hay algo que al girar hace ruido ¿será la cadena?.

-No, esto va a ser un cojinete del eje que ha dicho basta

Moví la rueda y justo. No es que sea adivino, es que me vino a la memoria que esos mismos síntomas noté enla Derbicuando, justo poco antes de entrar a Kazajistán, casco uno de los cojinetes.

La avería no era grave, pero para que no se destrozara nada más seguimos muy despacito hasta que encontramos una salida a Curitiba. Entramos a la ciudad, y apelé ala S.M.I (Solidaridad Motera Internacional) y funcionó. Paré a la primera moto que pasó, le conté nuestro problema y su conductor nos guió hasta un taller de motos. Mala suerte, estaba cerrado, pero el chico tuvo la paciencia (teniendo en cuenta que para no dañar el buje íbamos más o menos a 10 por hora) de conducirnos a otro. Este si estaba abierto, así que dimos las gracias a nuestro guía y nos despedimos de él. Por cierto que  amablemente nos dio una tarjeta suya para que le llamáramos en caso de que surgiera algún problema más, y días después nos envío un mail preguntando si todo se había resuelto bien. Más con gestos que con palabras expliqué al hombre del taller lo que había pasado y que, si estaba muy ocupado, era suficiente con que me dejara usar algunas herramientas y me vendiera los cojinetes, del resto ya me ocupaba yo.

A pesar de haber recorrido solamente unos12 km,  la pista exterior del cojinete se había dañado mucho y necesitamos de un dremel para cortarla y poder extraerla del buje. Una vez vista la medida de los cojinetes, 6204,  y como en el taller no los tenían, mandó a su hijo a buscarlos a una tienda. Con los nuevos ya en mi mano todo demás fue rápido.

 

Solventada la avería, ya aprovechamos la parada para comer, los brasileños también tienen su propia versión de los “asados” argentinos, aquí los hacen en las “lancherias” y al pasar por alguna de ellas, un rico olor a carne a la brasa se te cuela por el casco. Entre unas cosas y otras eran casi las 4 de la tarde cuando volvíamos a la carretera Ese día teníamos previsto llegar a la costa, a Florianópolis, y todavía  nos faltaban unos350 km. Al tráfico habitual había que sumar que era viernes por la tarde, también habíamos visto en el mapa que tendríamos que atravesar una zona montañosa, y como en estos viajes, a no ser realmente imprescindible, no conducimos de noche,  sería difícil llegar a Florianópolis antes de que se pusiera el sol, así que decidimos seguir y llegar hasta donde nos pareciera.

Además de los camiones ahora también encontramos obras y sus inevitables retenciones. Retenidos en interminables colas (una de ellas de más de5 km), ya pensaba que no haríamos ni100 kmen toda la tarde. Hasta que por el espejo veo un ciclomotor avanzando por el arcén, ciertamente era  muy estrecho,  pero había que intentarlo, aunque con cuidado de no dejar alguna maleta por el camino. “Ah, bueno, eso si ese se cuela, nosotros también. Venga Conchi, vamos allá”. Una vez dejadas atrás las obras, disfrutamos de un centenar de km  subiendo y bajando montañas. Pasamos al estado de Santa Catarina y a nuestro encuentro sale a recibirnos una tormenta, no nos queda más remedio que parar a llenar los depósitos y esperar a que deje de llover un poco…

La tarde pasaba más deprisa que los kilómetros. Por cierto en Brasil, al igual que en los países que no tienen problemas de espacio, las gasolineras son enormes y algunas muy originales, como una que encontramos de madera. El precio de la gasolina, y de todo en general, es un poco más alto que en Argentina, en Brasil nos costaba alrededor de  1´10 euros/lt.

Estaba siendo una de esas etapas que te tiras todo el día montado en la moto, sin paradas para ver cosas (bueno si, las afueras de Curitiba),  para al final hacer poco más de600 km. Estamos cerca de nuestro destino y por eso los últimos50 kmlos hacemos ya de noche cerrada. Un tanto cansados y con los rostros con una ligera capa de maquillaje negro producto del humo de los camiones,  por fin vemos las luces de Florianópolis, que al estar situada en una isla, el puente de entrada y salida está siempre colapsado. “Bueno, ahora un hotel decente, ducha, cena y mañana será otro día…Vaya que suerte, un Ibis. A parar”.

En todo el viaje los cargos de los hoteles nos los habían hecho a la mañana siguiente, en el Ibis primero cobraron con la tarjeta y luego nos dieron la llave. El tipo de la recepción era un “pelín” borde y yo estaba un poco susceptible, pero pensé: “No pasa nada Jaime, están en su derecho de cobrar por adelantado, tranquilo”.

-Oiga, ¿el garaje está incluido en el precio? Tenemos que guardar dos motos.

-No el parking es aparte. A ver, dos vehículos, a 15 reales (6 euros) cada uno, son 30 reales más.

-Ya ¿le he dicho que son dos motos, verdad? No dos coches…

-Sí, dos motos. El precio es el mismo que para los coches,  a 15 reales cada…

-Ya, ya,  30 reales. Pero si las dos motos entran en la misma plaza, ¿por qué coj… vamos a pagar como si fueran dos coches?

La cosa fue subiendo de tono, el brasileño erre que erre, que 30 reales, y yo intentando hacerle ver que, si por ejemplo, los dos dormimos en la misma habitación pagaremos por una habitación y si ocupamos dos, pagaríamos por dos habitaciones…y que ese era el mismo caso del parking. No tenía ganas de discutir, así que le pedí un abono del cargo y adiós. Conchi, que había salido fuera a ver las motos, me leyó la cara.

-¿Qué pasa? no me digas que nos vamos, ahora que ya he quitado las maletas…

-A la mierda el tío éste, los Ibis y su….madre. Nos vamos a otro hotel.

Todavía iba mascullando para mis adentros “… que se habrá creído ese Ronaldinho de las narices…”,  cuando en la calle de al lado vimos otro hotel: “Vaya que suerte, un Mercure. A parar”. Buena pinta, buen precio, parecía que todo estaba en orden, hasta que llegó el asunto del parking y…  ¿Qué pasa en esta ciudad? ¿qué moda es esta?…¡lo mismo que en el Ibis!, sólo que aquí encima era más caro, a 20 reales cada moto…Ya ni nos molestamos en discutirlo. “Obrigado, boa noite”, y nos dimos media vuelta. Pues a buscar otro, será por hoteles, al ser una ciudad turística los hay por todas partes. A estas alturas teníamos un cabreo del 10, pero nos lo aguantábamos. Aunque todavía nos quedaba otra sorpresa para poner a prueba nuestra paciencia, Al salir de la recepción nos encontramos al portero moviendo mi moto (la de Conchi ya la había movido, y por cierto, ninguna de las dos estorbaba el paso, ni mucho menos la entrada al hotel). Al preguntar que con qué permiso lo hacía, que se le podría caer la moto y a ver quien pagaba los desperfectos, todavía va el hombre (enclenque y con edad suficiente para estar jubilado hasta en España) y dice todo ufano:

-Sem problema, eu tamben tenho uma motocicleta…

Pasadas las 10 de la noche a la tercera fue la vencida. Encontramos hotel frente al mar, con piscina y, como es normal en todo el mundo,   por el precio de la plaza de un coche  las dos motos durmieron bajo techo, y por 10 reales.

Si crees que era solamente por el tema de ahorrar un dinero, (al final como estuvimos dos noches, la diferencia habrían sido 16 euros) lo mismo piensas ¡que tíos más ratas!, pero el asunto era ya una cuestión de amor propio. Hace años nos pasó lo mismo en un hotel en Melbourne, pero allí rectificaron inmediatamente y como es lógico cobraron solamente una plaza.

La ciudad ha tenido casi tantos nombres como playas, los españoles la llamaron Santa Catalina, luego los portugueses Santa Catarina, más tarde Nossa Senhora do Desterro, y desde finales del siglo XX, y en honor del que fuera presidente del Brasil, Floriano Peixoto, la cambiaron el nombre por el de Florianópolis,  aunque para abreviar todo el mundo la llama Floripa.

La  isla en la que se encuentra tiene 54 kmde largo por 18 de ancho. Hay dos lagunas y un monte, el “Morro do Ribeirão”, que por una divertida carretera asciendes hasta sus quinientos y pico metros de altura y desde arriba tienes una espectacular vista de toda la isla.

 

Es un lugar muy visitado y ello se debe a sus más de 40 playas, y si vienes por aquí, para que no emplees tiempo en buscar las mejores,  te lo digo yo, vete a la zona de Canasvieras  y seguro que aciertas. Como a pesar de ser temprano ya hace más de treinta grados lo mejor será aparcar las motos, ponernos el bañador y aprovechar el día.

Otra estampa típica, los vendedores ambulantes que van de un lado a otro con su mercancía, y que parece que su muestrario tiene vida propia y se mueve solo, ya que a ellos ni se les ve

Los deliciosos cocos de “agua gelada”, que después de beberte su contenido, de un machetazo te los parten para que puedas comer su pulpa

 

Y para olvidar el día de ayer, nada mejor que después de la playa una visita al chiringuito, con sus cervecitas, los “camaroes” (las gambas), su musiquita…¡pero si esto parece España!

 

Adiós Floripa, adiós. A partir de aquí ya tomamos rumbo sur en dirección a Uruguay, pero todavía nos separan1.000 kmde la frontera. Los pueblos que hay junto a  la costa están en pleno desarrollo urbanístico, dentro de unos años todo estará lleno de urbanizaciones y hoteles. Tramandai ya está en esa dinámica, pero nos pareció un buen sitio para pasar  la tarde del domingo, además había un hotel frente al mar y podíamos seguir disfrutando de sol, playa y de todo lo que ello implica. Y estando ya en diciembre siempre es una grata experiencia.

Y menuda diferencia con nuestra primera comida en Brasil

Para llegar a Río Grande do Sul teníamos dos opciones, o por la carretera del interior  que pasa por Porto Alegre, o bien porla RS-101que atraviesa una lengua de tierra que a lo largo de275 kmdiscurre entre el mar a un lado y la “Lagoa dos patos” al otro. La gente del lugar nos advirtió que si íbamos por la segunda tomáramos algunas precauciones, ya que es una carretera muy solitaria, casi sin poblaciones, y también que llenáramos los depósitos, ya que a lo largo de ella no hay gasolineras, luego resultó que había una. Y una advertencia final, al llegar al último pueblo tendríamos que coger una balsa para salvar  la desembocadura de la laguna al mar y alcanzar Río Grande. Intentar que a300 kmde distancia alguien te de información  fiable sobre la frecuencia con que una pequeña barcaza cruza de una parte a otra es  una tarea de antemano condenada al fracaso, pero por si acaso…

-¿Y cada cuanto sale esa balsa?

-Oh, con muita frecuencia

Buena respuesta. Pero como cuando uno está de viaje muchas veces no razona como sería lo normal, y no se da cuenta que intentar que, a 300 kmde distancia, alguien te de información  fiable sobre los horarios de una pequeña barcaza,  es una tarea de antemano condenada al fracaso, volvimos a insistir…

-Disculpe, pero…¿cada hora? ¿cada dos…?¿una vez al día…?

El hombre, al que más que preguntar estábamos interrogando, debió pensar “joer, que pesados estos españoles de las motos. ¿Y yo qué sé? Lo mejor será responderles algo par que me dejan en paz…”. Y nos contestó lo que nos merecíamos.

-Sem problema…parte cuando está completa…

Nos vendría bien un poco de soledad, y antes que volver a viajar encajonados entre camiones era preferible correr el riesgo de perder la balsa. Al final fue un acierto bajar por ella, buen paisaje, pequeñas aldeas detenidas en el tiempo, escuelas e iglesias en medio de la nada, la carretera para nosotros solos…

 

Al llegar a San José Norte, el pueblo del final, encontramos que había unos cuantos camiones esperando para pasar a Río Grande. Por cierto que la balsa tiene unos horarios establecidos y que, según nos dijeron más o menos se cumplen,  eso sí, la última sale a las 17 h.. Un poco de charla con los lugareños y una hora más tarde ya estábamos compartiendo la plataforma con nuestros compañeros de travesía, en menos de 20 minutos cruzamos a Río Grande do Sul.

 

Resultó un poco complicado dejar atrás el puerto y la ciudad, no había muchos indicadores y tuvimos que parar varias veces a preguntar. Una vez en nuestra ruta posamos y nos hicimos la típica foto “en Pelotas”…pero no nos quedamos en ídem, ya que nuestro destino era la ciudad Chuí, en la frontera con Uruguay

La tarde no era la mejor para viajar en moto, el termómetro de la mía llegó a marcar 40º,  la carretera era una recta interminable, ¡que aburrimiento ¿no?!. En absoluto, resultó muy entretenida ya que gran parte de ella atravesaba una zona semi selvática, pantanosa y a veces con mucha arboleda. Era una reserva de fauna, cada dos por tres puedes parar y ver en sus lagunas algunos  carpinchos, el roedor de mayor tamaño del mundo. Pasado un puente había detenidos dos coches y gente mirando algo. Nos hicieron señas para que paráramos y que, sin hacer ruido, nos acercáramos. Que bueno ¡allí abajo había un yacaré!, el caimán sudamericano.

 

Debido al calor las paradas para refrescarnos, o para ver bichos, cada vez eran más frecuentes y cada vez más prolongadas, hasta que  llegó el momento que o apurábamos o no llegaríamos a Chuí a buena hora.

Chuí es una de esas ciudades fronterizas que una mitad pertenece a un país y la otra a otro, y que al final parecen estar en tierra de nadie. Antes de llegar a ella se hacen los trámites de salida del Brasil y la frontera con Uruguay se encuentra después de pasar la ciudad. En esta tierra de nadie buscamos un hotel, había muy poco donde elegir, el único decente el Bertelli, nada del otro mundo y  encima resultó uno de los más caros del viaje (unos 80 euros).

Finalizaba la etapa por Brasil, un recorrido con mucho calor, sí, pero también muy interesante, con paisajes diferentes, y que en definitiva, y esto es lo importante, nos había gustado mucho, a pesar del inconveniente del excesivo tráfico de camiones y de algún que otro choque con el carácter de algunos brasileños.

Al día siguiente nos esperaba un nuevo país…

La crónica continua en https://www.elmundoenmoto.net/2013/03/21/2012-uruguay/ 

 

 

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