FECHA: Junio 1987
DURACIÓN 15 días
KM: 4.500
VEHICULO: BMW K-75-S

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Había llegado la hora de la verdad, cruzar el estrecho y emprender un viaje por Marruecos. Antes de nuestra partida recibimos consejos del tipo:

«cuidado con lo que coméis»

«no os fiéis de los moros»

«a Conchi la querrán cambiar por camellos…»

Y como es normal quienes daban estos consejos nunca habían estado en Marruecos…

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Nuestro itinerario tenía a Marrakech como punto más al sur de nuestro viaje, antes pasaríamos por Rabat, Casablanca y luego subiríamos por el interior, Fez, Chaouen y Tetuán.

Quedamos fascinados por todo lo que veíamos, las gentes, los paisajes, las ciudades…todo era nuevo para nosotros, nunca habíamos estado tantos días viajando en moto, cada día era una sorpresa y como ocurre en muchos viajes un acontecimiento alteró totalmente nuestro itinerario.

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Después de desembarcar en Tánger empezamos nuestro recorrido por la costa atlántica, Asilah, Rabat y Casablanca fueron nuestros puntos de parada y de contacto con la realidad de la sociedad marroquí. Cuanto antes tomáramos el pulso de su estilo de vida, más fácil nos sería movernos por el país.

Los controles policiales aiumentaron a medida que nos acercábamos a Marrakech, no nos explicaban el porqué, pero no le dimos más importancia. A nuestra llegada a la ciudad comprobamos que todo Marruecos había tenido la misma idea, visitarla en esos días, el motivo, se casaba una hija del rey Mohamed VI. Ante este panorama de caos por toda la ciudad decidimos poner rumbo más al sur y continuar hasta la ciudad de Agadir.

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Las playas, la tranquilidad de la ciudad costera y la bonita carretera que nos llevó hasta ella hicieron que nos alegráramos por la boda de la princesa.

Hasta aquí la tienda de campaña había sido nuestro alojamiento cada noche, pero al comprobar los bajos precios de los hoteles de lujo decidimos que había llegado el momento de darnos algún capricho. Por unas 3.500 pts al cambio, teníamos habitación doble y desayuno en un hotel de cuatro estrellas. Excepto por el tono moreno que había cogido nuestra piel, parecíamos ricos centroeuropeos pasando unos días de vacaciones.

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Nos vinieron bien estos días de descanso, sol, playa, piscina, cenas con orquesta…menuda diferencia con las etapas anteriores!!

A los 3 días volvimos a Marrakech, la ciudad ya estaba más tranquila y los hoteles vacíos.

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Esta ciudad es la esencia del país, su plaza Jema  el Fna es un lugar ineludible de visitar y especialmente en aquellos años que los turistas todavía no la habían tomado cámara digital en mano. Aquí encuentras atracciones tan variadas como los encantadores de serpientes, los aguadores (vendedores de agua), los cuenta-cuentos (de estos hay muchos por todo el país), saca-muelas, danzadores…y multitud de niños dispuestos, a cambio de unos dirhams, a hacer de guías en la visita a la medina (inevitable si no quieres perderte en el laberinto de callejuelas).

Por la moto no te preocupes, por uno o dos dirham queda perfectamente vigilada por el «guardián» (oficial, con placa y todo) del aparcamiento.

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Yo había estado en Marruecos cuando tenía sólo 13 años. Mis padres y yo recorrimos el norte del país viajando en nuestro, por aquellos años. flamante Seat 127, pero lógicamente este viaje era algo totalmente distinto a aquello, estaba conociendo lugares y ciudades nuevos, lo estaba haciendo junto a Conchi, en moto ¿qué más podía pedir en aquellos años?

Fez fue nuestra siguiente parada, ya éramos unos «expertos» viajeros, nos movíamos con cierta desenvoltura entre el tráfico marroquí, entre la gente, con los chiquillos que hacían de guías. en el día a día…Circular por Marruecos se puede catalogar de muchas formas, pero no de  aburrido, aunque fuera una carretera con escaso tráfico, el ver en la lejanía otro vehículo ya te ponía alerta. Podías esperar cualquier reacción, giros, frenazos, paradas inesperadas y sin ningún sentido (al menos para mi) y claro está todo ello sin señales de ningún tipo. Pero en algo si que eran hábiles a la hora de «hacer señales» me refiero al tema de llevar la luz encendida en la moto, parecía que estabamos derrochando parte de la energía mundial, niños, jóvenes, mujeres, viejos, listos y tontos, policia y villanos…todos nos indicaban uan y otra vez nuestro derroche de luz en pleno día, incluso la policia muchas veces nos paraba solamente para decirnos esto, bueno y también para curiosear un poco acerca de nosotros, la moto, el viaje y acabar con el consabido «España y Marruecos hermanas, bien,ok».

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A pesar de que hacía 14 años de mi visita a Tetuán todavía recordaba  calles, plazas y lugares de mi primer viaje, incluso un restaurante donde servían unas buenísimas ensaladas. Recorrimos los lugares en los que mi padre había pasado su niñez, la calle Lunetta donde mi abuelo tuvo una tienda «de todo un poco».  La puerta Fez, donde unos tíos míos habían tenido durante muchos años un estanco en la medina, hasta que la agitación política producida por «La Marcha Verde» le hizo malvenderlo y volver a España.

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Nuestra última noche en Marruecos hicimos un repaso del viaje y entre todo sacamos dos cosas claras, esto de viajar en moto por un país extranjero se había convertido en nuestra «droga» y para el próximo año volveríamos a Marruecos, pero esta vez para cruzar el Atlas y llegar hasta el desierto, era un sueño que no tardaría más de 12 meses en convertirse en realidad.

Para no defraudar a los amigos y conocidos, a nuestro regreso a Alba de Tormes hubo que contar historias acerca de ofrecimientos de «no sé cuantos» camellos a cambio de Conchi, a cambio de la moto, intranquilizadoras miradas en oscuras callejuelas de la medina… aunque la realida era que en ningún momento habíamos tenido la menor sensación de inseguridad.

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